Peter Anders: Unidos saldremos de esta crisis
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Es inmensurable el grave daño que, en apenas nueve meses de gobierno, el profesor Pedro Castillo, sus ministros, exministros, funcionarios y socios políticos han provocado y siguen provocando al país, especialmente en la vida, salud, seguridad y bienestar de la población, así como en su institucionalidad democrática y economía.
Pero también están comprometiendo nuestro futuro como sociedad, a la que se empeñan en intentar fracturar, promoviendo odios y divisiones.
Como si todo esto no fuera suficiente, otro grave perjuicio que provocan la incapacidad e improvisación que se han instalado en Palacio de Gobierno, es la amenaza a las grandes potencialidades de nuestro país, a su desarrollo y al futuro de nuestros hijos o nietos, arrastrando con ello todo lo que han construido por décadas, con esfuerzo, creatividad, talento y sacrificio, nuestros padres, abuelos, nuestras generaciones precedentes y nosotros mismos.
La irracional inmovilización social y paralización total de actividades económicas dispuesta la semana pasada en Lima y Callao, terminó por despejar cualquier duda que quedaba sobre la gravedad del trance en que nos encontramos.
Con qué derecho y al amparo de qué puede ordenarse a los empresarios, emprendedores y millones de hombres y mujeres que a diario salen a trabajar para llevar el sustento a sus familias, que están prohibidos de hacerlo; aunque un ministro -nada menos que de Justica y Derechos Humanos- no crea “que se queden sin comer porque es un día”.
¿Es posible tanta ignorancia sobre la realidad nacional, tanto desprecio por el esfuerzo de millones de peruanos? El actual escenario nos muestra dramáticamente que sí, que estamos ante un gobierno que está destruyendo–desconocemos si intencionalmente o no- la economía de nuestro país, que en el 2012 tenía un Producto Bruto Interno (PBI) potencial de 5,8% y que este año apenas se ubicaría entre 2 y 3%.
Este empeño por demoler ya no un modelo económico determinado, sino toda la estructura básica de la economía, llevará a que los seis millones de puestos de trabajo perdidos durante la pandemia no solo no se recuperen, sino que aumente el desempleo y se agrave la situación de los 16 millones de peruanos que se encuentran en situación de pobreza y vulnerabilidad.
No deja de causar asombro tal desconocimiento de nociones tan básicas de economía, que no se entienda que la pobreza no se combate regalando bonos o víveres, que lo urgente es generar condiciones para que el empleo formal crezca y que en lugar de elevar por decreto la remuneración mínima vital, se debe aumentar la productividad para que las micro, pequeñas y medianas empresas puedan pagar mejores sueldos.
Nuevamente, como una salida a esta zozobra permanente en la que vivimos, comienza a hablarse de la posibilidad de un cambio de ministros, como si existiera –después de tantos gabinetes fallidos- alguna garantía de que no se seguirá repartiendo ministerios, obras, asesorías y consultorías para pagar favores políticos y asegurar los votos en el Congreso para impedir la vacancia presidencial.
¿Un nuevo Consejo de Ministros, que deberá nuevamente exponer la “política general del gobierno” es la solución? ¿Cuál política? ¿Alguna de las sucesivas que han expuesto los fracasados jefes del gabinete anteriores?
Si algún resultado en materia económica ha tenido la aplicación de esta “política general del gobierno”, es que el grado de inversión que con tanto trabajo consiguió el Perú en los mercados internacionales se vaya perdiendo y hoy tenga la segunda calificación más baja y que ésta ya no sea estable sino negativa. Esta rebaja ha afectado a cinco bancos peruanos, encareciendo el costo del crédito a las empresas, así como los créditos de consumo, hipotecarios y automotrices. ¿A quién golpea más esta situación?
Ahora, para tratar de apaciguar los conflictos sociales y la ola de violencia y vandalismo que azota las carreteras, al profesor Castillo no se le ha ocurrido mejor idea que armar una troupe de “Consejos de Ministros Descentralizados” que recorre ciudades rodeado de dos mil policías y en los que no se pasa de hacer promesas populistas sin sustento ni sentido.
Hemos llegado a un punto de quiebre que nos obliga a asumir una actitud más activa, para ir trabajando desde este momento la que deberá ser la obligada transición que permita al Perú recuperarse y salir de esta gran ciénaga a la que ha sido arrastrado por el odio y la irresponsabilidad de quienes se sumaron al juego del profesor Castillo y su promotor Vladimir Cerrón, y que hoy convenientemente procuran hacerse los desentendidos.
Debemos ir analizando las salidas legales, constitucionales y políticas que hagan al Perú recuperar la senda democrática y la recuperación económica, lo que necesariamente pasa por contar con organismos electorales independientes que no solo ofrezcan las naturales garantías de neutralidad necesarias en todo proceso electoral, sino también que generen confianza y credibilidad en todos los peruanos.
El Perú es de todos, el Perú somos todos y a todos nos toca en esta hora difícil, unirnos para sacarlo adelante y recuperar su futuro; como lo han hecho antes tantos peruanos anónimos en situaciones aún más dramáticas como las que ahora nos toca enfrentar.
Unidos todo es posible, pero no podemos dejar pasar más tiempo. Llegó la hora de actuar y demostrar que estamos contigo Perú.