Peter Anders: Tiza y desafíos
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Se acaba el 2021 dejándonos sensaciones encontradas. Fue un año que debió ser de esperanza pues suponía el fin de la pandemia, o al menos su retroceso y control, para dar paso a una etapa de recuperación en el mundo. En el caso peruano, esperábamos que la elección de nuevas autoridades en las máximas instancias de gobierno, debía servir para enrumbarnos a un futuro mejor durante el próximo quinquenio.
No obstante, este año lo terminamos agobiados por la incertidumbre, preocupación y angustia de no saber qué nos depara el 2022, pues no encontramos en nuestros gobernantes una mínima noción o una idea clara de a dónde quieren conducir al país.
A este panorama se suman la profundización de la crisis económica y los ataques sistemáticos que se hacen desde el gobierno a toda forma de iniciativa privada y la generación de nuevos puestos de trabajo.
Como si no bastara, cada día se revelan indicios de nuevos casos de corrupción que comprometen a los más altos niveles del poder.
Desde la Cámara de Comercio de Lima no nos hemos cansado de advertir los peligros que se ciernen sobre nuestro Perú, sobre todo en materia económica y en relación al recorte de libertades, que se mantendrán latentes mientras el gobierno se empeñe en pretender imponer una nueva Constitución a la medida de sus intereses geopolíticos e ideológicos y continúe repartiendo las más altas responsabilidades del Estado –y ahora también al parecer las licitaciones- no a los mejores técnicos o profesionales ni privilegiando la meritocracia o experiencia, sino más bien el compadrazgo, el amiguismo y el pago de favores políticos a sus aliados.
Sin embargo, no perdemos la esperanza de que un rayo de lucidez ilumine a nuestros gobernantes y, admitiendo sus errores, entiendan que es ya no solo necesario sino imprescindible corregir y reemprender el camino.
En esta línea, la CCL ha ofrecido ayudar en lo que sea posible a la búsqueda de soluciones, articulando encuentros entre los sectores público y privado, y ha planteado propuestas concretas en favor de políticas que mejoren la eficiencia de la administración de los recursos del Estado para que se pueda ofrecer servicios básicos de calidad a la población que más los necesita.
Si algo debe ser entendido por todos es que los empresarios no somos enemigos de nadie y mucho menos somos enemigos del país; todo lo contrario. Los empresarios -nacionales o extranjeros- grandes, medianos y pequeños, muchos de ellos emprendedores individuales, somos quienes arriesgamos todo lo mucho o poco que tenemos en el Perú, incluso poniendo en juego nuestra seguridad personal y familiar que, como toda la ciudadanía, es víctima de la delincuencia que parece apoderarse de nuestras calles.
Esta tarea seguirá en el 2022 porque nuestra centenaria institución tiene un compromiso con sus asociados que, por cierto, representan a todo el tejido empresarial del país. Pero también tiene un compromiso con la defensa de todo aquello que los empresarios, trabajadores y emprendedores conseguimos en los últimos 30 años, con todo aquello que garantice nuestra libertad económica e impulse que el desarrollo siga llegando a un cada vez mayor número de peruanos.
El Perú, sobre todo su gente, no está para más odios, conflictos ni divisiones; no está para experimentos marxistas o chavistas; el Perú necesita paz, estabilidad y seguridad para construir una sociedad mejor que incluya a todos en el desarrollo y brinde una mejor calidad de vida.
Los profesores –dice una conocida frase- puedan cambiar vidas con la mezcla correcta de tiza y desafíos.
Señores, es hora de que todos los peruanos asumamos el reto que nos ha puesto la vida por delante. Busquemos con todo esfuerzo corregir todo lo que haya que corregir. Y al Profesor Castillo, conviértase usted en un maestro que deje huella. Nunca es tarde para empezar de nuevo.