Realismo y seriedad
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El Presupuesto General de la República, presentado por el Ministerio de Economía y Finanzas ante el Poder Legislativo para su debate y aprobación, supone como nunca antes un desafío, porque esta vez no se trata de enumerar los recursos destinados a los diferentes sectores y los ingresos con los que se contará.
Lo que está en juego esta vez es la necesidad de equilibrar menores ingresos con la urgencia de mayores gastos, para seguir enfrentando las secuelas de la emergencia sanitaria que deja la pandemia del coronavirus y la crisis económica devastadora que esta ha provocado.
El 2021 significará un reto enorme para los últimos meses del gobierno del presidente Martín Vizcarra y para quien lo suceda a partir del 28 de julio, pues se debe mostrar un manejo responsable de los pocos recursos con los que cuenta el Estado.
El 2019 los ingresos representaron el 19,9% del Producto Bruto Interno (PBI); este año el porcentaje se ha reducido a 17,7%. En paralelo, se ha generado una mayor demanda en los servicios de salud para atender a los enfermos de coronavirus y otra en los servicios educativos, para llevar a cabo la educación a distancia ante el riesgo de los alumnos de volver a los colegios.
Por ello, es vital manejar correctamente los pocos recursos con los que se cuenta y, sobre todo, llevar a cabo una ejecución eficiente, priorizando necesidades reales frente a gastos superfluos, y combatir los casos de corrupción.
Es también necesario que el gobierno saliente y el entrante reconozcan que es urgente e imprescindible reactivar nuestra economía. Para alcanzar este objetivo se debe impulsar los programas Arranca Perú –aun cuando supone empleo temporal–, los acuerdos de gobierno a gobierno para ejecutar obras de infraestructura, el proceso de reconstrucción de las zonas afectadas por el Fenómeno del Niño e impulsar la inversión pública.
Esta última cuenta en el presupuesto del próximo año con un 25% de los recursos, pero por lo general nunca se cumplen con las metas de ejecución, por lo que esta asignación representa un serio problema estructural.
En ese impulso que requiere nuestra economía, el otro factor -el más importante- es promover la inversión privada, el verdadero motor de crecimiento del PBI en los últimos 30 años. La cartera de proyectos de ProInversión es una excelente alternativa. Con 23 proyectos bajo el esquema de Asociaciones Público Privadas (APP) y una inversión total de US$ 5.516 millones, nos ofrecen la salida más rápida para reactivar nuestra economía porque impulsarán la demanda, la inversión y el consumo interno, además de recuperar la confianza empresarial.
Pero, además –no lo olvidemos–, es un mecanismo eficiente para recuperar la recaudación de impuestos que con tanto esfuerzo pagan los empresarios y los trabajadores formales.
No podemos fallar esta vez porque incluso el entorno internacional se presenta favorable para nuestra recuperación. Mercados tan importantes como Estados Unidos y China muestran señales positivas, a lo que se suman mejores cotizaciones del cobre, el zinc y el oro, con lo cual se promoverá nuestras exportaciones. En suma, el 2021 podemos volver a crecer. Es una oportunidad que no debemos desaprovechar porque solo así volveremos a generar empleo y revertir el aumento de la pobreza.
Sin embargo, no debemos olvidar que el próximo es un año electoral en el cual hacer promesas, a veces sin sentido, pero muy populares, llegan a calar en un sector de la población. Reclamemos realismo y seriedad a nuestros candidatos. La situación del país y de los peruanos es muy grave, por lo que no cabe jugar con sus esperanzas y con su destino.
Necesitamos responsabilidad para destinar los recursos que tanto cuesta obtener, a mejorar la salud y educación, así como servicios básicos como agua, desagüe, electrificación e infraestructura. Lo vivido este año no puede olvidarse. De los errores debemos aprender y no volver a cometerlos.