Peter Anders: El presidente es usted
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¿El presidente Pedro Castillo es consciente de que el Perú se encuentra en una grave crisis económica que ha llevado a millones de peruanos a volver a caer en la pobreza y que cada día quiebren miles de empresas? ¿Sabe que todos los días sube el precio de los alimentos, bienes y servicios junto al aumento de la fuga de capitales y el costo del dólar?
¿Se ha informado que miles de niños y jóvenes no pueden estudiar? ¿Entiende que es urgente construir y refaccionar la infraestructura básica del país, especialmente postas médicas, hospitales, escuelas y carreteras? ¿Está al tanto que miles de personas siguen sufriendo por la pandemia del coronavirus?
¿Percibe que todo esto lo provoca su falta de liderazgo, de capacidad resolutiva y el clima de incertidumbre y desconfianza que ello genera?
¿Comprende que la única forma de frenar el desempleo, generar puestos de trabajo y procurar ingresos y bienestar a la población es a través de la inversión privada? ¿Ha interiorizado que desde el 28 de julio él es el presidente de la República y como tal debe gobernar, tomar decisiones y no dejarse presionar ni atropellar por nadie?
Peter Anders: Complejo de Adán
Por lo que vemos en lo que va de su gestión, ninguna de las respuestas a estas preguntas puede ser positiva, porque lo único que percibimos es un total desgobierno.
Y esta vez no hay Congreso “obstruccionista” ni oposición radical a los cuales responsabilizar; porque el peor enemigo está en sus propias filas, boicoteándolo, desautorizándolo, contradiciéndolo, minándolo desde dentro sin que atine a reaccionar.
El presidente Castillo parece paralizado, sin saber qué hacer, atrapado por quien, sin haber sido elegido, se cree propietario no solo del partido sino del Gobierno, manejándolo a su antojo a través de sus ejecutores en los ministerios y en el Parlamento, para imponer un ideario ajustado a sus intereses.
¿Alguien sabe con certeza quién toma las decisiones en el Gobierno; quién tiene la última palabra? Se entiende que debería ser el presidente de la República, elegido como primer mandatario, como jefe del Estado, como máximo representante de la Nación. ¿Pero hay alguien capaz de asegurarlo?
Por el contrario, todo indica que quien se ha tomado el mando –incluso a punta de tweets– es el señor Vladimir Cerrón, secretario general y propietario del partido Perú Libre, quien, por medio de “su” presidente del Consejo de Ministros, Guido Bellido, y su grupo incondicional de congresistas, se ha embarcado en una millonaria campaña por todo el país para imponer una nueva Constitución redactada a su imagen y semejanza.
Pero no solo eso, sino que públicamente disminuye al presidente Castillo, dictándole no solamente la agenda, sino también los nombres de los funcionarios que deben ocupar cargos claves en el Estado. También señala qué ministros y viceministros (que no pertenecen a su camarilla), deben renunciar.
Ni el Perú ni los peruanos podemos permitir que, con estas actitudes, se eche por tierra todo el esfuerzo y sacrificio hechos durante años –con aciertos y equivocaciones– para construir un país mejor para todos.
No podemos aceptar que quienes han utilizado la democracia para llegar al Gobierno, se aprovechen de nuestras instituciones para perpetuarse en el poder, imponiendo sistemas que han llevado a pueblos como los de Cuba y Venezuela a una ruina total y a vivir sometidos bajo dictaduras.
El profesor Castillo tiene la obligación de cumplir su papel constitucional como presidente del Perú, comprendiendo que no le debe nada a nadie, que su cargo no puede ser sojuzgado a oscuros intereses ideológicos y geopolíticos, pues solo se debe a la ciudadanía que lo eligió, así como a la Constitución que juró respetar y defender.
Debe ser consciente que ya no es el dirigente sindical que busca “hacerla larga” para cansar a su interlocutor y sacar el máximo provecho, sino que es él quien debe plantear soluciones, señalando el camino y la meta a la que queremos llegar como sociedad. Está en sus manos hacerlo, pero no puede seguir dejando pasar el tiempo sin romper ese inmovilismo y mutismo en los que se ha abstraído.
Si no lo hace, corresponde a nuestras otras instituciones de la democracia encontrar una respuesta democrática y constitucional que le devuelva al Perú su capacidad de corregir errores para seguir construyendo –sin odios, divisionismos ni exclusiones– un presente y un futuro mejores.
Señor Pedro Castillo –con todo respeto– asuma, de una vez por todas, su responsabilidad. El presidente de la República es usted.