Los mismos de siempre
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La presión tributaria representará este año el 13,3% del Producto Bruto Interno (PBI), un punto y medio porcentual menos a lo recaudado en 2019, mientras que el déficit fiscal se ubicaría en 9,2% del PBI, según proyecciones del Banco Central de Reserva.
Estas cifras evidencian que no será tarea fácil ni un objetivo que se alcance en el corto plazo, recuperar la estabilidad macroeconómica que existía hasta antes de la pandemia del coronavirus.
Fue aquella estabilidad la que hizo del Perú, durante las últimas tres décadas, un lugar atractivo para la inversión privada, nacional y extranjera, así como para la generación de empleo formal.
Por ello, resulta fundamental recuperar la confianza y estabilidad económica de nuestro país, manteniendo y defendiendo la vigencia del modelo que –aún con sus imperfecciones– ha permitido reducir la pobreza y llevar bienestar a un cada vez mayor número de peruanos.
Solo si se logra recuperar la senda del crecimiento económico sostenido, la recaudación tributaria, es decir, los ingresos que percibe el Estado a través de los impuestos que todos los que estamos en la formalidad pagamos (empresas, trabajadores, profesionales, etc.), podrá mantenerse e incrementarse.
Es con estos tributos que, por ejemplo, el Estado puede financiar la construcción de escuelas, hospitales y carreteras o brindar servicios básicos como agua, electricidad, telecomunicaciones y acceso a la justicia.
A raíz de las medidas de emergencia aplicadas por la pandemia, los niveles de endeudamiento de nuestro país se han incrementado y el gasto en servicio de deuda para los próximos años, respecto al del 2021, aumentará en 60% para el 2024, en 40% para el 2025 y en 130% para el 2026.
Por tanto, es urgente y necesario que el Estado tenga un plan para aumentar los ingresos tributarios futuros, lo que no pasa por aumentar la presión y la fiscalización en quienes ya pagamos impuestos.
De lo que se trata es que la administración tributaria elabore una estrategia efectiva que le permita aumentar la recaudación, pero ampliando la base de contribuyentes, lo cual significa que pague impuestos un mayor número de empresas y personas y no solo los mismos de siempre.
Estas estrategias deben contemplar la inclusión de nuevos contribuyentes de manera atractiva, generando y mostrando los beneficios de ser formal, y de las ventajas de dejar el mundo informal como una manera sólida y constante de verdadero crecimiento.
Naturalmente, una mayor recaudación debe ir acompañada por una efectiva fiscalización, para evitar que el dinero que tanto esfuerzo y sacrificio nos cuesta a todos conseguir se despilfarre en una burocracia indolente e ineficiente o en actos de corrupción.
La fórmula es combatir la informalidad y luchar contra la evasión, lo que muchas veces no se asume con la firmeza y determinación que se debiera, pues se privilegia cálculos políticos y electorales. Nunca es tarde ni hay poco tiempo para hacerlo si es que, de verdad, se pone al Perú primero.