• Rosa Bueno: “Pedro en el país de las maravillas”

    1 de agosto del 2022
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    En su Mensaje a la Nación el presidente Pedro Castillo nos presentó un país que no existe. Nos habló de crecimiento económico y recuperación del empleo, utilizando para ello de manera engañosa las cifras del Banco Central de Reserva (BCR). Lo que no dijo es que el crecimiento de 3.5% se debe al rebote de los servicios y el comercio, a que nos hemos gastado los bonos repartidos y nuestros ahorros. Que el PBI minero decrece sostenidamente los últimos 6 meses, que la balanza comercial es deficitaria hace 3 meses, que el índice de confianza del BCR es negativo los últimos 15 meses y que las perspectivas de crecimiento para el próximo año son de apenas de 2%. Con esas cifras no se puede hablar de crecimiento y menos de uno que nos permita mejorar los índices de pobreza del país, que hoy bordea el 25%.

     

    Tal como Alicia en el país de las maravillas el presidente no tiene claro el sitio al que quiere llegar y, en consecuencia, no le importa el camino. Esto se traduce en que en su discurso no planteó una hoja de ruta para recuperar la senda de crecimiento, que es lo que esperamos todos los peruanos.

     

    Recuperar la senda de crecimiento implica atraer mayor inversión. Los inversionistas grandes y pequeños requieren de confianza y estabilidad. Para ello esperábamos (en realidad no esperábamos mucho) que hiciera un deslinde enérgico con la corrupción y presente un gabinete renovado con ministros sobre los que no pesen sospechas de obstrucción a la justicia, que tengan las capacidades y credenciales adecuadas para hacer su trabajo y que sean liderados por un premier capaz de lograr consensos.

     

    Si hubiéramos esperado algo de este discurso, hubiéramos querido oír acciones concretas para aprovechar los tratados de libre comercio para lograr un crecimiento del 5% de nuestras exportaciones, medidas concretas para destrabar las obras públicas y un llamado a los ministerios para ejecutar su presupuesto. Claro que para ello se requiere personal idóneo y calificado, de lo que adolece el actual gobierno.

     

    Asimismo, hubiéramos querido escuchar una agenda laboral técnica y no politizada, que busque incrementar el empleo de calidad y que provenga del consenso social, tal como lo establece la OIT. Sin embargo, persiste en apoyar medidas como las restricciones a la tercerización laboral y la última medida que termina con la equidad en las negociaciones entre trabajadores y empleadores. Los peruanos quieren trabajo no licencias sindicales.

     

    Por el contrario, lo que hemos oído son propuestas para gastar dinero. Habla de entregar bonos, becas, programas alimenticios, entre otras promesas cuyo costo de implementación sería de 60,000 millones de soles, el equivalente al 10% del PBI y casi 30% de las exportaciones totales proyectadas para este año.

     

    Mientras tanto más de 33 millones de peruanos debemos enfrentar los altos niveles de corrupción e inseguridad que azotan a todo el país. A estos temas que son los que más preocupan a la población el presidente les dedicó menos de 5 minutos en su mensaje.

     

    Finalmente nos hubiera gustado escuchar una autocrítica sincera y una real intención de cambio, no un discurso vacío de contenido, que busca dividir a los peruanos y los supuestos culpables de su fracaso, es decir; la prensa, los empresarios o la crisis internacional.

     

    En ausencia de un propósito de enmienda presidencial, queda en manos del Congreso de la República ejercer las acciones constitucionales para supervisar y enmendar los desaciertos del Ejecutivo. No pueden escapar a su responsabilidad histórica. Esperamos que la nueva Mesa Directiva este a la altura de esta tarea.  Asimismo, la Fiscalía y el Poder Judicial deben seguir haciendo su trabajo para erradicar la corrupción y luchar contra la inseguridad ciudadana. Sus recientes medidas y acciones apuntan en esa dirección.

     

    El sector privado siempre será un aliado para buscar la mejora y el crecimiento del país. El gobierno debe entender que los empresarios no somos enemigos. Estamos comprometidos con el Perú. Por ello, seguiremos alzando nuestra voz para evitar que el desgobierno se mantenga en nuestra nación. No descansaremos hasta lograr ser el país maravilloso que el presidente pretendió presentarnos hoy. Para lograrlo hay que gobernar. Si el presidente no puede hacerlo, sabe lo que tiene que hacer. Hacerle caso a la mayoría de peruanos y al Arzobispo Pedro Barreto, el que señalo en el Te Deum, que se extrañan los actos de generosidad y desprendimiento en toda la dirección nacional. Amen.

     

    Este editorial fue publicado en el diario Gestión.

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