¿Qué riesgos esconde este 2020 para los mercados bursátiles?

En vista de que el año bursátil de 2019 ha resultado “excelente”, muchos analistas coinciden en pronosticar un 2020 favorable. China y Estados Unidos han formalizado un primer acuerdo comercial que, pese a su sobriedad, reduce la incertidumbre generalizada e incluso disipa toda impresión de que pueda producirse un descarrilamiento en este ámbito.

 

Por mantenerse en el plano político global, Donald Trump hará todo lo posible, este 2020, para presentarse a las elecciones presidenciales con una economía estadounidense viento en popa y unos índices bursátiles en niveles máximos.

 

Desde el punto de vista económico, varios indicadores confirman que nos encontramos en un punto bajo del miniciclo iniciado en el 2016, que debería dar lugar a un repunte en los próximos meses, tal y como sucedió tras las desaceleraciones de 2011/2012 y de 2014/2015.

 

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En cuanto a las valoraciones bursátiles, todo el mundo coincide en que resultan elevadas, pero mientras los tipos de interés sigan situándose en niveles tan reducidos, la prima de riesgo –es decir, la rentabilidad adicional que ofrecen las acciones frente a los bonos– hace que la renta variable constituya la clase de activos más atractiva, al menos por defecto.

 

Pero hay algo importante: no perdamos de vista los problemas estructurales. Con todo, también es interesante aprovechar esta tregua en esas angustias. Para el ahorrador y los inversionistas, estas preguntas de fondo giran en torno a la incapacidad del mundo para recuperarse de la gran crisis financiera de 2008. Los gobiernos tuvieron que endeudarse como nunca antes para sacar a flote el sector bancario.

 

Encomendaron a los bancos centrales la tarea de reactivar la actividad económica. La mayoría pusieron manos a la obra para impulsar al alza el precio de los activos financieros. La idea era que la revalorización de estos activos generaría un “efecto riqueza” para sus titulares, que podrían volver a consumir y reactivar la economía. Al provocar primero una subida del precio de los activos de renta fija, todos los activos financieros se vieron beneficiados. El problema está en que, si bien los activos financieros pueden desafiar durante mucho tiempo las leyes de la gravedad, no sucede lo mismo en la economía real: sin inversiones productivas, ni crecimiento del empleo o de los salarios, no puede haber generación de riqueza. Solo los titulares de los  activos pudieron beneficiarse de este “efecto riqueza”. El crecimiento económico real distó mucho de ser equiparable al repunte de los mercados financieros.

 

Desde hace algunos años, se ha desarrollado una rebelión de la clase media  en protesta por el considerable aumento de las desigualdades, que se han acentuado en la última década desde Chile hasta Francia. En vista de los retos, este 2020 no está de más comenzar a reflexionar con algo más de antelación.