Peter Anders: El año de la reactivación
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Aunque el clima de conflictividad política en que se encuentra enfrascado nuestro país no parezca amainar y pese a que la amenaza de una tercera ola de la pandemia del coronavirus nos continúe acechando, los peruanos no debemos perder de vista un objetivo común: la reactivación económica del Perú, la cual permitirá reimpulsar las inversiones, reabrir empresas y emprendimientos y, por consiguiente, que muchos de nuestros compatriotas recuperen sus puestos de trabajo, volviendo a procurar bienestar para sus familias.
Pero a su vez, la reactivación económica permitirá al Estado percibir ingresos –a través de la recaudación de los impuestos que pagan todas las empresas y trabajadores formales– con los cuales atender las necesidades básicas de los sectores menos favorecidos de la población y, al mismo tiempo, construir la infraestructura que tanto necesita el país.
Esta debe ser una meta en la que todos –gobierno, congresistas, empresarios, emprendedores trabajadores y ciudadanía en general–, nos debemos comprometer a alcanzar el 2022, el cual muy bien podría declararse como el “Año de la reactivación económica del Perú”.
Pero para lograr la recuperación es necesario no repetir los errores que tanto perjuicio causaron a nuestra economía.
Por ejemplo, una eventual nueva llegada de contagios masivos por la COVID- 19 no debería volver a enfrentarse con medidas de confinamiento social y paralización total de las actividades económicas, porque el Perú no podría volver a soportar una situación así.
Valdría la pena recordar que estas medidas provocaron en el 2020 una caída semanal de un punto porcentual del Producto Bruto Interno, se perdieron cerca de 7 millones de empleos y la pobreza alcanzó al 30% de la población. Esto sin mencionar el lamentable fallecimiento de más de 200.000 personas y que millares de niños y jóvenes no hayan tenido la posibilidad de estudiar.
Una nueva cuarentena podría ocasionar que se pierdan US$ 550 millones diarios, la pobreza subiría al 32% y la informalidad llegaría al 76%. En materia de empleo se perderían otros dos millones, principalmente en los sectores comercio y servicios, así como en la microempresa.
Asumimos que el Gobierno tomará en cuenta estas cifras antes de aplicar cualquier decisión y que, por lo menos, en el sector Salud ya se habrá adoptado medidas indispensables como ampliar la infraestructura y capacidad hospitalaria, entre ellas, garantizar el número suficiente de camas en las unidades de cuidados intensivos, la dotación suficiente de oxígeno y la provisión necesaria de vacunas para continuar con las jornadas de inmunización.
Esto debería complementarse con mejorar la eficiencia en cada centro de vacunación, de modo que el hacer colas interminables a la intemperie no termine desanimando a las personas que, si bien buscan vacunarse, no pueden perder tantas horas de trabajo. También se debe apurar las dosis de refuerzo.
En materia económica, la tarea no pasa por estrategias populistas de seguir distribuyendo dádivas y bonos que una vez que se gastan no vuelven a generarse, sino por garantizar un puesto de trabajo o una fuente de ingresos permanente para la población, lo cual solo se logra brindando estabilidad jurídica, predictibilidad y reglas claras a la inversión privada, nacional y extranjera, para que siga apostando y creyendo en el Perú.
La Cámara de Comercio de Lima lo ha dicho y repetido más de una vez: es solo a través de la inversión privada que se crean puestos de trabajo, los cuales permiten un ingreso a las familias de cada trabajador. Con ello se impulsan el consumo y la demanda de bienes y servicios que estas mismas empresas y estos mismos trabajadores o emprendedores producen.
En tal sentido, debería descartarse toda propuesta que termine afectando la dinámica económica del país y optar más bien –siempre cautelando la salud y seguridad de la gente– por medidas como ampliar el aforo de los negocios.
Los peruanos necesitamos de una economía en crecimiento capaz de generar equidad y desarrollo para todos a través, principalmente, de un Estado eficiente en el uso de los recursos y en la gestión de la cosa pública.
Es hora que se entienda que la situación actual del Perú no está para generar más odios, revanchismos, divisionismos o enardecer resentimientos contra unos u otros, porque a nada conducen.
Hay mucho por hacer, pero para hacerlo necesitamos de todos. Juntos.