Peter Anders: La verdadera equidad
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Enfocados en la segunda ola de la pandemia del coronavirus, la llegada de a pocos de las vacunas, indignados por los actos de corrupción y vileza cometidos durante este proceso y el debate sobre la necesaria participación del sector privado para colaborar en la adquisición y aplicación de las dosis a nivel nacional, hemos perdido de vista algo fundamental: el inicio de un nuevo año escolar en una coyuntura similar a la del año pasado, en la que la emergencia sanitaria obligó a implementar la educación a distancia para miles de niños y jóvenes de todo el país.
Tristemente, comprobamos que poco se ha hecho para que maestros y alumnos puedan esta vez superar los graves problemas sufridos durante el 2020, entre ellos la falta de elementos básicos como las herramientas tecnológicas necesarias y la conectividad a internet.
Durante largos meses; primero en julio, luego en octubre y finalmente en diciembre, el anterior gobierno ofreció que compraría y distribuiría “millones” de tablets a los estudiantes de todo el Perú y que “ninguno” se quedaría sin recibirlas.
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La espera fue inútil, luego de que el proceso de compra anunciado por todo lo alto en las entonces habituales exposiciones de mediodía que se difundían desde Palacio de Gobierno, terminara anulado tras descubrirse una serie de actos fraudulentos.
A fines del año pasado, ya con el actual gobierno de transición en funciones, el Ministerio de Educación aseguró que las tablets llegarían en marzo, es decir, este mes. Confiemos que esta vez sea verdad, aunque queda poco tiempo, en principio, para su distribución.
Parece un lugar común repetirlo, pero debemos entender que no existe mejor herramienta para superar la pobreza y el subdesarrollo que la educación.
Solo con una educación de calidad será posible formar mejores ciudadanos, mejores técnicos o profesionales y -por supuesto- mejores electores que no se dejarán engañar con facilidad; pero sobre todo mejores personas formadas en valores como la ética y la honestidad.
No hay tiempo que perder, por lo que corresponde que en los pocos meses que le quedan al actual gobierno transitorio y -a partir del 28 de julio- al que lo suceda producto de elecciones libres de toda sospecha, asumir que la educación debe ser una tarea prioritaria, tan valiosa como la vida y la salud, pues ella compromete el futuro y bienestar de nuestros compatriotas.
Urge salvar a la educación peruana, rescatándola del olvido, la desidia, la corrupción y hasta de un manejo político e ideologizado que la han dominado durante décadas.
Esta es una tarea enorme que comprende no solo a la educación pública sino también a la educación privada, porque cuando hablamos de colegios particulares no solo debemos tener en mente a aquellos con grandes infraestructuras y servicios, que cobran pensiones inimaginables para muchas familias, sino también al enorme esfuerzo que emprenden profesores y promotores para abrir escuelas en asentamientos humanos y poblados alejados a donde –como en muchos otros casos- no llega el Estado.
Ellos también merecen ser atendidos porque muchas veces reciben pensiones simbólicas que apenas cubren sus costos de operación.
Sin educación no tendremos futuro…ni presente. Si queremos hablar de una verdadera equidad y de no discriminación, garanticemos para todos nuestros niños y jóvenes –e incluso para quienes siendo adultos deciden enfrentar el analfabetismo- una educación que les permita tener la posibilidad de superación para ellos y sus familias. Pero, fundamentalmente, para construir una mejor sociedad para todos.