El Desarrollo Humano en el Perú 2025
Si bien el país ha alcanzado importantes logros en desarrollo humano y reducción de pobreza, la pandemia revirtió parte de ellos y evidenció la fragilidad de esos avances. La recuperación parcial convive con desigualdades estructurales.
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Óscar Chávez
El Informe sobre Desarrollo Humano Perú 2025 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) titulado “Actuar, confiar y conectar caminos: El valor de la acción conjunta para el desarrollo sostenible” nos brinda un panorama mixto del progreso de nuestro país en los últimos años. Por un lado, entre 2017 y 2024 el país mejoró ligeramente su Índice de Desarrollo Humano (IDH), de 0,65 a 0,66; y amplió la presencia de servicios públicos (densidad estatal), observándose avances en salud, educación e infraestructura básica.
Por otro lado, sin embargo, persisten brechas territoriales y sociales: regiones rezagadas, desigualdades persistentes e indicadores de bienestar estancados, todo lo cual impide un progreso más acelerado y equitativo. Asimismo, la recuperación económica tras la pandemia ha sido lenta y sus efectos socioeconómicos no han sido totalmente superados.
Según el informe del PNUD, el Perú se encuentra en una encrucijada: hay importantes logros en desarrollo humano y reducción de pobreza en las últimas décadas, pero la pandemia revirtió parte de ellos y evidenció la fragilidad de esos avances. La recuperación parcial convive con desigualdades estructurales (económicas, de género y territoriales) y con una crisis de confianza institucional. Así, para retomar esta senda de desarrollo humano sostenible e inclusivo es necesario ejecutar un “círculo virtuoso” donde un Estado más efectivo gane legitimidad y esta a su vez potencie la efectividad estatal.
El informe propone “actuar, confiar y conectar caminos”, es decir, fomentar la acción conjunta entre Estado, sector privado y sociedad civil, reconstruir la confianza entre ciudadanos e instituciones y conjugar esfuerzos a lo largo del territorio.
Pobreza multidimensional en el Perú
Tras décadas de reducción sostenida de la pobreza monetaria, la crisis del COVID-19 revirtió parte de esos avances. La tasa de pobreza monetaria nacional subió bruscamente del 20.2 % en 2019 a 30.1 % en 2020 y aunque luego bajó a 25.9 % en 2021, volvió a incrementarse al 27.5 % en 2022 y 29 % en 2023, nivel similar al inicio de la pandemia (2020).
En 2023, casi 9 780 000 peruanos (29 % de la población) no tenían ingresos suficientes para la canasta básica, lo que implicó 596 000 personas más en pobreza que el año anterior. Si bien en 2024 la tasa disminuyó ligeramente a 27.6 %, todavía se mantiene por encima de los niveles previos a la pandemia.
No obstante, el análisis de pobreza va más allá de lo monetario. El Perú está empezando a medir oficialmente la pobreza multidimensional que incorpora privaciones en múltiples dimensiones del bienestar. Según estimaciones preliminares del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis), mientras el 29 % de los peruanos se encontraban en situación de pobreza monetaria en el Perú durante el 2023, esta cifra subía al 32 % al considerar privaciones como la falta de acceso a salud de calidad, educación, subempleo, entre otros. De hecho, solo una parte de quienes son pobres multidimensionales califican como pobres monetarios: hogares con ingresos apenas por encima de la línea de pobreza pero que sufren falta de agua potable, viviendas inadecuadas, subempleo, etc.
La desigualdad constituye otro tema clave analizado en el informe. A pesar de algunos avances sociales, el Perú mantiene marcadas disparidades económicas y sociales entre distintos grupos y territorios. En términos de ingresos, el coeficiente de Gini –que mide la desigualdad– se ubicó en 0.40 en 2023 según el Banco Mundial, lo que sitúa al Perú con una desigualdad algo menor que el promedio latinoamericano, pero todavía en el rango alto a nivel global (un Gini por encima de 0.40 refleja un reparto muy desigual de la renta).
Las brechas territoriales también persisten: mientras regiones como Arequipa, Lima, Moquegua, Ica y Trujillo registran los valores más altos de IDH, otras como Amazonas, Huánuco, Ayacucho, Puno y Cajamarca se encuentran entre las de menor desempeño. Estas diferencias confirman la persistencia de dos Perú desiguales: uno en su mayoría costero-central más desarrollado e integrado, y otro interior (sierra y selva) donde amplios segmentos poblacionales no acceden en igualdad de condiciones a las oportunidades de salud, educación e ingresos.
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Resultados por provincias
El IDH 2024 evaluó un total de 196 provincias, de las cuales solo 22 superaron el valor del índice nacional (0.66). Entre las mejor calificadas destacan Ilo (0.78) y Mariscal Nieto (0.76), ambas en la región de Moquegua, seguidas de Arequipa (0.75), Lima (0.75), Callao (0.73), Ica (0.71) e Islay (Arequipa, 0.72). Por otro lado, entre las provincias con menor desempeño se encuentran Huamalíes (0.42), Huacaybamba (0.41), Pachitea (0.41) y Yarowilca (0.37), todas ubicadas en Huánuco.
Con el objetivo de evaluar el desempeño de las distintas provincias del Perú, el IEDEP analizó los resultados del IDH 2014, comparándolos con los obtenidos en 2019. El análisis mostró un avance en el 32 % de las provincias, es decir, 134 provincias mejoraron en al menos uno de los tres componentes que conforman el IDH.
A pesar de que Lima ocupa el cuarto puesto en el ranking provincial, su desarrollo humano no ha logrado recuperar los niveles prepandemia. En cambio, experimentó un retroceso del -2.7 % en comparación con los resultados de 2019, disminuyendo su calificación del IDH de 0.77 a 0.75. Esta situación sitúa a Lima dentro del 64 % de provincias que no han logrado mejorar su IDH en los últimos cinco años.
La región de Huánuco presenta los casos más críticos a nivel nacional al concentrar las cuatro provincias con menor avance en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) respecto al 2019. Estas provincias, además, coinciden con las que registran los niveles más bajos de desarrollo humano, como se mencionó previamente. Destaca la provincia de Yarowilca, cuya puntuación se redujo en 16.1 %, seguida por Huacaybamba (-13.9 %), Huamalíes (-12 %) y Lauricocha (-10.1 %).
El IDE y su relación con el Desarrollo Humano
El Índice de Densidad del Estado (IDE) mide la presencia y calidad de los servicios públicos esenciales en el territorio peruano, tales como salud, educación, agua y saneamiento, electricidad, seguridad ciudadana y conectividad. Este índice es fundamental para comprender las desigualdades territoriales y la efectividad del Estado en la provisión de servicios básicos. En ese sentido, proporciona una base sólida para la formulación de políticas públicas que promuevan una gobernabilidad efectiva y equitativa.
Los resultados de la matriz de correlación muestran una alta asociación positiva entre el IDE y la población (0.88) lo que indica que la presencia del Estado tiende a ser mayor en zonas más densamente habitadas.
En cuanto a la dimensión educativa, el IDE se relaciona positivamente con los años de educación alcanzados por la población (0.79) y con el valor esperado de años de educación en el hogar (0.56). Esto indica que una mayor presencia estatal está asociada con mejores condiciones para el acceso y permanencia en el sistema educativo. Asimismo, la correlación con la esperanza de vida al nacer (0.40), aunque débil, sugiere que la densidad del Estado también está vinculada con ciertos aspectos de la salud pública y el bienestar.
Finalmente, la correlación entre el IDE y el IDH es positiva, aunque débil, lo que sugiere que, aunque el IDE contribuye al desarrollo humano, su efecto es más evidente en ciertas dimensiones, como la educación, que en otras. En ese sentido, fortalecer la densidad estatal puede ser un paso, pero debe ir acompañado de estrategias económicas, institucionales y sociales que aseguren un efecto sostenible y multidimensional en la población.
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