¿Qué mide la economía del donut?

El PBI y el crecimiento económico son cuestionados como indicadores de una mejor calidad de vida. Por ello, se han realizado distintos esfuerzos por reformular el PBI, creando nuevos indicadores que incorporen medidas sobre aspectos sociales o medioambientales que reflejen si un país está en camino de un mayor bienestar social.

 

Y es que, el PBI, al no considerar aspectos como libertades económicas, distribución del ingreso, disponibilidad de recursos naturales, entre otras, no presenta una medida confiable de la salud de un país, de la calidad de vida, la felicidad y otros indicadores tan importantes como lo es la producción.

 

Para algunos autores, el PBI de un país puede incrementarse al exportar los aspectos negativos de su crecimiento a otros países, a costa de los ecosistemas y el bienestar de los trabajadores en los países en desarrollo.

 

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De este modo, las ganancias en PBI quedan compensadas con las pérdidas provocadas por una mayor desigualdad de los ingresos, menores actividades de ocio o el consumo excesivo de recursos naturales.

 

Se han hecho esfuerzos por captar estos efectos, ecologizando el indicador de producción, creando el PBI verde, a partir del PBI total y restando el impacto negativo de su crecimiento en los recursos naturales y la degradación ambiental.

 

A su vez, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) y el Índice de Desarrollo Humano ajustado por desigualdad (IDHI), elaborados por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), apuntan a verificar si el crecimiento económico repercute en la longevidad, el conocimiento y los niveles de vida dignos.

 

Sin embargo, tienen cuestionamientos como, por ejemplo, el no incorporar los costos ambientales del crecimiento o el impacto en el empleo de los avances tecnológicos.

 

La economía del donut

 

En el 2017, la economista británica Kate Raworth publicó La Economía del Donut, donde evidencia que, a pesar del crecimiento económico logrado por muchas naciones, se avanza a un colapso ambiental por la sobreexplotación de los sistemas vitales de la tierra.

 

Raworth respalda sus argumentos en el concepto de límite planetario, cuyo objetivo es definir los límites ambientales dentro de los cuales la humanidad puede operar de manera segura.

 

Entre estos nueve límites ambientales se están afectando algunos como el cambio climático, pérdida de biodiversidad, reconversión del suelo y descargas de nitrógeno y fósforo.

 

Es inviable el crecimiento infinito en un mundo finito y, por tanto, se debe superar y organizar la actividad humana en función de ello, plantea sustituir el crecimiento ilimitado por otro que nos permita prosperar en equilibrio, proponiendo un círculo que refleje un equilibrio, tanto para las personas como para el planeta, en donde se garanticen 12 necesidades básicas entre ellas alimentación, vivienda, energía, salud y educación.

 

Estos en conjunto forman el círculo central de la donut, mientras que el círculo exterior lo establecen los nueve límites ambientales. Se tendría entonces un piso social y un techo ecológico, generando un espacio justo y seguro para la humanidad.

 

No existe país que se encuentre en esta zona de espacio justo y seguro. Por ejemplo, cuando se combina para cada país el IDH con la huella ecológica, es decir la cantidad de recursos naturales que se necesita para sostener una determinada sociedad, se observa que los países que alcanzan un elevado IDH no son ecológicamente sostenibles. El alcanzar ambos indicadores favorables no lo tienen ninguna economía.

 

Hay países con millones de personas que se encuentran en la parte interior del círculo, con carencias que no les permiten alcanzar niveles mínimos de vida, y países excediéndose de los límites planetarios por una sobreexplotación de los recursos naturales.

 

 

La apuesta de Ámsterdam

 

En marzo del 2020 se publicó The Amsterdam City Doughnut, a tool for transformative action, donde se plantea la visión de Ámsterdam de ser la primera ciudad próspera, regenerativa e inclusiva para todos los ciudadanos, respetando los límites planetarios y así relanzar su economía después de la pandemia provocada por la COVID-19.

 

En esta iniciativa, Ámsterdam se unió a la Thriving Cities Initiative (TCI), una colaboración entre C40, Circle Economy y Donut Economics Action Lab, quienes trabajan con ciudades que persiguen tal transformación.

 

Los principales objetivos son reducir en un 50% el uso de nuevas materias primas en 2030 y tener una economía totalmente circular el 2050.

 

En una economía circular se reutilizan materias primas y otros materiales, evitando el desperdicio, reteniendo el valor de las materias primas, tanto como sea posible durante el ciclo de vida de un producto, desde el diseño hasta la eliminación.

 

Por tanto, los productos usados que contienen materias primas valiosas no serán desechados, por el contrario, el objetivo es reutilizar la mayor cantidad de materia prima posible para reducir sustancialmente las emisiones de CO2 .

 

Se plantea un trabajo conjunto entre empresas, municipio y los ciudadanos para recolectar desechos de una manera diferente y comprar tantos productos usados como sea posible. En esa dirección, las empresas de construcción tendrán que trabajar cada vez más con materiales sostenibles.

 

Estiman que cada año alrededor de 41 kilos de alimentos por habitante son eliminados. Su objetivo ahora es que el excedente de alimentos procesados debería ir a los residentes que más lo necesitan, reduciendo en 50% el desperdicio de alimentos para 2030.

 

Por otra parte, el municipio quiere reducir el uso de nuevas materias primas en un 20% y para 2030 solo realizar compras circulares.

 

Estas medidas no solo se aplicarán a productos como material de oficina y equipo informático, sino también, por ejemplo, a los materiales utilizados para la construcción de calles. Ámsterdam ya está cooperando con empresas e instituciones del conocimiento en más de 200 proyectos.

 

 

Qué pueden hacer las empresas

 

Para Raworth, el diseño de las empresas del siglo XXI tiene que generar valor social, ambiental y cultural y compartir y beneficiar la creación conjunta y devolver al planeta del que dependemos.

 

Para esto, hay dos principios que se debe implementar en el diseño corporativo del siglo XXI: ser regenerativo y redistributivo en el diseño.

 

En pocas palabras, economía circular, cero emisiones de carbono y compartir equitativamente el valor creado entre todos que lo co-crearon.