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Peter Anders: Parte de guerra

Además de la crisis humanitaria y la grave amenaza a la paz y la estabilidad mundial que representa la invasión militar de Rusia a Ucrania, esta guerra también ha provocado serios efectos en la economía global, cuyas primeras secuelas se sienten incluso en países tan geográficamente distantes como el Perú.

 

En un mundo globalizado, donde la economía y los negocios interactúan dando paso a un amplio y dinámico tejido de intercambios comerciales, políticos y culturales, donde las distancias desaparecen, lo que ocurra en un determinado punto del planeta puede afectar –y de hecho afecta– a quien pueda encontrarse en las antípodas.

 

Para mencionar un ejemplo, Rusia es el segundo productor y exportador mundial de combustibles y es el tercer productor y el primer exportador de trigo.

 

Por su parte, Ucrania es el octavo productor y el quinto exportador de trigo, y el quinto productor y el cuarto exportador de maíz.

 

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De manera que un conflicto como el actual no solo dificulta la producción, comercialización y transporte de estos productos en el mundo, sino que también influye en otros sectores debido a las sanciones impuestas por parte de la Unión Europea y Estados Unidos al Gobierno de Moscú.

 

A estas medidas de origen político (exclusión de bancos rusos del sistema Swift de transferencias interbancarias, restricciones del espacio aéreo, prohibición de venta, suministro, transferencia o exportación de bienes y tecnología), se suman otras del sector privado, pues importantes empresas y corporaciones han suspendido todo vínculo con sus pares rusos.

 

Considerando solo el impacto en commodities como el petróleo y el trigo –de los cuales el Perú es importador neto–, era previsible que enfrentaríamos un incremento en sus precios, lo cual ya está repercutiendo de manera directa en el bolsillo de todos, especialmente en los de los sectores con menores recursos.

 

Tengamos solo en cuenta que, ante la falta de un servicio moderno y eficiente, millones de peruanos han encontrado en el transporte público (sea a través de taxis, mototaxis, carga, mudanza, traslados etc.), una forma de ganarse la vida, aunque sea trabajando en la informalidad.

 

De la misma forma, la provisión de alimentos está siendo afectada no solo por su escasez, sino también por el alza de costos, sobre todo los que tienen como insumo el trigo (pan, fideos, harinas, etc.).

 

Sumemos los fertilizantes, pues alrededor del 60% de los que requiere la agricultura peruana proviene de Rusia, de modo que su escasez o el incremento de sus precios –como ya viene ocurriendo– repercutirá en este sector tan sensible.

 

Igualmente, el comercio exterior será afectado en el corto plazo, no necesariamente por las ventas del Perú a Rusia y Ucrania que no representan un volumen considerable, sino porque la prolongación de la guerra podría ahondar más los problemas que ya enfrenta el transporte marítimo mundial a causa de la pandemia.

 

La congestión portuaria y el incremento de los fletes de transporte marítimo podrían ser mayores y con ello encarecer los costos de nuestras ventas al exterior.

 

Ante este preocupante panorama, corresponde a nuestras autoridades adoptar las medidas necesarias para que esta “nueva pandemia” de la guerra no produzca en el Perú tantas víctimas como sucedió en el caso del coronavirus, que tantas vidas de peruanos sigue cobrando.