Crimen organizado provoca cierre de negocios, atestigua el 32% de peruanos

El crimen organizado es un hecho palpable para cada vez más peruanos, teniendo a la extorsión como uno de los actos de violencia más comunes, según el Tercer Reporte del Observatorio del Crimen y la Violencia que elabora el Banco de Ideas Credicorp, el BCP y Capital Humano y Social S.A.

Según este documento, el 32% de peruanos afirma que en los últimos 12 meses, negocios que ellos o alguien de su barrio solían frecuentar –como bodegas, peluquerías o restaurantes– han cerrado o limitado sus actividades por causa del crimen organizado.

 

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En Lima, la capital del Perú, la situación es peor, pues esta cifra asciende al 50%, muy por encima del promedio nacional.

 

PROBLEMA SOCIAL

“El cierre de negocios de barrio es una señal concreta de cómo la inseguridad golpea la vida cotidiana”, señaló Ricardo Valdés, exviceministro del Interior y coautor del informe.

“Esto no es solo un problema policial, sino un fenómeno que deteriora el entorno económico, social y emocional de millones de personas”.

El impacto emocional también es profundo: el 75% de los peruanos reporta haber sufrido ansiedad o estrés como consecuencia directa de la inseguridad. Esta cifra sube al 89% en Lima, pero el problema es nacional y afecta tanto a zonas urbanas como rurales.

 

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EXTORSIÓN

El informe también alerta sobre el crecimiento sostenido de la extorsión, un delito cuyas denuncias se han triplicado desde el 2018. Sin embargo, el número de personas encarceladas por esta modalidad de crimen organizado no ha crecido en la misma proporción.

“No estamos logrando avances reales en la lucha contra la extorsión, y las cifras de detenidos lo evidencian. Así, es imposible revertir una tendencia tan extendida”, advirtió Carlos Basombrío, exministro del Interior y autor del reporte.

 

MEDIDAS SIN IMPACTO

 

El estudio también muestra que el 36% de los peruanos asegura vivir en zonas que han sido declaradas en emergencia por inseguridad. Nuevamente, Lima concentra la mayor proporción (60%), mientras que en el interior del país la cifra es del 24%.

Sin embargo, la evaluación ciudadana sobre estas medidas contra el crimen organizado es mayoritariamente crítica: solo el 9% considera que han sido efectivas, y más de la mitad las califica como malas o muy malas.

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El siglo XX no ha terminado en el Perú; y el siglo XXI aun no ha comenzado para todos

Hay momentos en los que la historia no avanza. Simplemente gira en círculos. El Perú de hoy se parece peligrosamente al mundo de hace un siglo: crisis económica, polarización política, desconfianza generalizada, élites decadentes y una juventud sin horizonte. Como en los años 20 del siglo pasado, el sistema tambalea, las promesas se vacían, y el pueblo queda atrapado en una pelea de poder entre quienes ya no representan a nadie.

El modelo de gobierno se ha vuelto una jaula: burocrático, corrupto, sordo, capturado por mafias y tecnócratas sin calle. Los que dicen defender al pueblo lo usan. Los que dicen garantizar estabilidad solo protegen sus negocios. ¿Y el resultado? Más violencia, más deserción escolar, más hospitales colapsados, más ciudades que se caen a pedazos. Un Estado que no cuida, no cura, no educa y no construye. Un país donde las regiones solo existen para ser saqueadas.

Pero el verdadero fracaso está en lo más simple: el Perú no garantiza las condiciones básicas para vivir con dignidad.

No hay paz cuando millones viven con miedo a ser asaltados, extorsionados o asesinados. Solo entre enero y agosto de 2024, se reportaron más de 14 mil casos de extorsión en el Perú. Eso equivale a 59 denuncias cada día. Y si eso es lo que se denuncia, imagina lo que se calla. La violencia ya no es una excepción: es rutina.

 

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No hay futuro cuando enfermarse es una sentencia de muerte. El 44 % de los peruanos que tuvieron un problema de salud en 2024 buscó atención médica, pero casi un tercio de los hospitales no tenía los medicamentos esenciales. Tener seguro no garantiza tratamiento: el 86 % está afiliado, pero la cobertura real sigue siendo un espejismo. La salud es un derecho en el papel y una ruleta en la práctica.

No hay libertad cuando la educación forma ciudadanos resignados. En los últimos años, hasta el 3,4 % de los estudiantes de secundaria abandonaron el colegio. La principal causa: pobreza. El 43 % dejó de estudiar porque simplemente no podía pagar. Una sociedad que condena al joven pobre a ser obrero del azar no puede hablar de libertad.

No hay desarrollo cuando la infraestructura solo llega hasta donde hay votos o intereses. En muchas regiones, el acceso a servicios básicos como agua, electricidad o caminos asfaltados sigue estancado. Las inversiones se concentran en zonas urbanas mientras la sierra y la selva siguen esperando. En el Perú, el progreso no avanza: se reparte con favoritismo.

Y detrás de todo eso, la cifra más brutal: casi 9,4 millones de peruanos son pobres. Más de 1,8 millones están en pobreza extrema. Y otro tercio de la población vive al borde de la línea, vulnerables a cualquier golpe del sistema. No es crisis: es abandono institucionalizado.

Y sin embargo, hay una verdad que resiste: los peruanos, sin importar ideología, región o clase social, queremos lo mismo.

Queremos vivir en paz, estar sanos, ser competitivos y vivir en un entorno digno.

Queremos seguridad para nuestros hijos, salud para nuestros padres, educación para progresar y un país que funcione, no que estafe.

Por eso, el cambio de ciclo no vendrá de discursos radicales ni de pactos secretos entre las élites. Vendrá de una nueva mayoría silenciosa –invisible hasta hoy– que diga basta, que recupere el sentido común y defienda lo básico.

La calle y la sierra, la costa y la selva, el emprendedor informal y el maestro rural, el soldado y el campesino, todos pueden encontrar en esos cuatro pilares un punto de unión: seguridad, salud, educación, infraestructura.

Ese es el único contrato social que importa.

Y si lo defendemos juntos, podemos romper el ciclo de decadencia y comenzar, por fin, el verdadero siglo XXI en el Perú.

 

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Misión empresarial de Ecuador visitará Perú en julio

El megapuerto de Chancay y la creación de Zonas Económicas Especiales Privadas (ZEEP) no solo interesan a los peruanos, sino también a empresarios de diversos países de la región, tal como lo demuestra la próxima llegada de una misión empresarial procedente de Ecuador.

En efecto, Alberto Ego-Aguirre, presidente de la Comisión de Asuntos Marítimos, Portuarios y Aduaneros de la Cámara de Comercio de Lima (CCL), informó que una misión de 24 empresarios de Ecuador –la mayoría de ellos de Cuenca- visitará el megapuerto de Chancay y se reunirá con sus pares peruanos entre el 8 y 9 de julio.

El grupo de empresarios pertenece a diferentes sectores como la cerámica, logística, ingeniería de climatización, calzado, metalmecánica, farmacéutica, entre otros rubros; y se ha mostrado interesado en crear empresas o conseguir socios peruanos para, desde aquí, vender sus productos al mundo.

 

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“La agenda de esta misión empresarial de Ecuador incluye la visita al megapuerto de Chancay, la firma de un acuerdo de colaboración con la CCL y reuniones bilaterales con empresarios peruanos”, detalló Ego-Aguirre.

El representante gremial peruano resaltó que existe mucho interés entre los empresarios ecuatorianos por participar del mercado del cabotaje, de modo no solo que puedan conectar los puertos de Paita, Chancay y el Callao, sino también los terminales marítimos del sur del país.

Las ZEEP que existen en el país y las proyectadas también son de su interés, debido a que podrían ser lugares donde instalarse para reexportar sus productos al mundo.

Debido a ello, la CCL ha invitado a empresarios de diversas regiones para que participen de las reuniones bilaterales, mediante la convocatoria que realiza Perucámaras.

 

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