Contar con educación superior no solo representa un logro personal o académico, sino que contribuye al fortalecimiento de uno de los pilares fundamentales para el desarrollo de un país. Las economías más competitivas del mundo tienen en común un alto porcentaje de población con formación técnica o universitaria, ya que esta condición impulsa la innovación, mejora la productividad y facilita la adaptación a los cambios tecnológicos y sociales.
En el caso del Perú, si bien se han logrado avances importantes en la expansión del acceso a la educación superior, aún persisten desafíos clave relacionados con la culminación de estudios, la inserción laboral, la correspondencia entre formación y ocupación y las condiciones de empleo. Estos temas son fundamentales para entender el verdadero impacto de la educación superior en el desarrollo productivo del país y constituyen el eje central del presente informe elaborado por el IEDEP, con base en la información de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) 2024.
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Situación actual de la educación superior
Se estima que en el 2024 alrededor de 8 millones de peruanos contaban con algún nivel de educación superior, de los cuales, 4.9 millones tenían educación superior completa y 3.1 millones, educación superior incompleta. Además, más de 360 mil personas accedieron a estudios de posgrado, lo que refleja una creciente valorización social de la formación profesional en el país.
Entre 2021 y 2024, se observa un aumento sostenido del número de personas con educación superior completa, que pasó de 4.14 millones a 4.90 millones, un crecimiento acumulado del 18.4 % (6.3 % promedio anual). Por su parte, la población con educación superior incompleta se incrementó de 2.76 millones a 3.10 millones, es decir, un crecimiento del 12.5 % (3.9 % promedio anual). Estos datos evidencian tanto una expansión de la cobertura educativa como la persistencia de barreras para culminar los estudios.
El principal desafío se concentra en las 3.1 millones de personas que no concluyeron su formación, de las cuales más de 1.4 millones llevan más de dos años sin retomarla, especialmente en el grupo de edad de 30 a 44 años. Esta situación refleja una brecha crítica en la continuidad formativa, con efectos directos en la empleabilidad, el nivel de ingresos y el aprovechamiento del capital humano calificado. Cabe destacar que este grupo probablemente enfrenta restricciones como cargas familiares y responsabilidades económicas que limitan su posibilidad de reincorporarse al sistema educativo bajo esquemas tradicionales.

Brechas entre educación y ocupación
Uno de los hallazgos más relevantes del informe es la desconexión entre el campo de estudios y la ocupación real. Solo el 44% de quienes concluyeron la educación superior trabajan en un empleo vinculado directamente con su formación. Aún más preocupante, el 57.1% de quienes no concluyeron sus estudios se desempeñan en actividades que no requieren ningún tipo de formación profesional.
Las áreas con mayor nivel de coincidencia entre formación y empleo son Fuerzas Armadas y Policiales (77.1%) y Educación (67.8%). Por el contrario, carreras como Ciencias Sociales, Ingeniería, Economía o Ciencias Naturales muestran niveles mucho menores de alineamiento, lo que sugiere la necesidad de revisar los contenidos curriculares, mejorar la orientación vocacional y fortalecer la vinculación universidad–empresa.

Brechas de género y beneficios de culminar los estudios superiores
El informe también revela diferencias significativas por género tanto en el acceso como en los resultados laborales de la educación superior. En 2024, las mujeres representaron el 62.3 % de quienes concluyeron la educación superior, lo que refleja una participación creciente y sostenida en los espacios formativos. Sin embargo, esta mayor presencia en la formación no se traduce necesariamente en mejores condiciones laborales.
A pesar de contar con mayor nivel educativo, las mujeres siguen enfrentando brechas en el mercado de trabajo. En promedio, los hombres con educación superior completa perciben S/ 2 957 mensuales, mientras que las mujeres con el mismo nivel de estudios ganan S/ 2 306, lo que representa una diferencia de más de S/ 650.
No obstante, el informe también muestra que culminar los estudios superiores tiene un impacto positivo y claro sobre los ingresos para ambos géneros. Comparando con quienes no completaron su formación, las personas con educación superior terminada ganan, en promedio, casi el doble: S/ 2 666 frente a S/ 1 406. Esta prima salarial por culminación se mantiene consistente en todos los grupos de edad y sectores, reafirmando la importancia de completar la trayectoria educativa como vía concreta para mejorar las condiciones económicas de los hogares.
Inserción laboral según actividad económica y tipo de vínculo laboral
El informe revela diferencias notables en la inserción laboral de las personas con educación superior, dependiendo de si culminaron o no sus estudios. En cuanto a los sectores económicos, la mayoría de quienes completaron su formación superior trabaja en el sector Servicios (63.7%), seguido de Comercio (16.9%) y Manufactura (8.6%). En contraste, hay una redistribución de la población con estudios superiores incompletos, bajando en Servicios (50.2%) e incrementándose en Comercio (25.2%) y Manufactura (11.4%).
En cuanto al tipo de vínculo laboral, el 71.3% de las personas con educación superior completa se desempeña como trabajador dependiente (asalariado), mientras que esta proporción cae al 60.7% entre quienes no terminaron sus estudios. Además, los trabajadores con educación incompleta muestran una mayor presencia en el empleo independiente (28.4%) y en categorías informales o sin relación contractual clara, lo que evidencia una mayor vulnerabilidad laboral.
Conclusiones
El avance en el acceso a la educación superior en el Perú es innegable, pero los desafíos estructurales persisten. Aumentar la tasa de culminación debe ser una prioridad, especialmente para los adultos jóvenes que abandonaron sus estudios por razones económicas o familiares. Es fundamental promover alternativas formativas más flexibles, con horarios adaptados y rutas modulares que permitan retomar y concluir la formación superior sin sacrificar otras responsabilidades.
Además, es prioritario mejorar la conexión entre lo que se enseña y lo que el mercado necesita. La baja correspondencia entre formación y empleo sugiere la necesidad de revisar los contenidos curriculares, fortalecer la orientación vocacional e impulsar alianzas entre instituciones educativas y empresas. Finalmente, resulta clave incentivar la inserción en sectores productivos dinámicos y formales, que ofrezcan mejores condiciones laborales y oportunidades de desarrollo. Las carreras técnicas, digitales y orientadas a la innovación deben ser promovidas desde la formación básica.
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