Hernán Lanzara: “La política nacional de integridad necesita ajustes”
El presidente de la Comisión de Integridad y Lucha contra la Corrupción de la CCL, Hernán Lanzara, asegura el Gobierno debe adoptar –sin dilación y haciendo una profunda revisión de sus propias instancias– una política de “cero corrupción”.
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Raquel Tineo
Se acaba de promulgar la ley para introducir el estudio de la ciudadanía y los valores éticos y cívicos en el currículo escolar. ¿Por qué es importante esta medida?
Estamos ante una severa crisis de ausencia de valores, la otra pandemia que nos está acabando como sociedad, pues existe una gran insensibilidad, deshonestidad y falta de respeto hacia nosotros mismos y hacia las instituciones. Y, lamentablemente, los antivalores se han apoderado de las familias, donde todo empieza, y se ramifican en lo social, político, económico y cultural.
Entonces, es importante que se establezca, como una política educativa, la enseñanza y, sobre todo, la práctica de civismo, valores éticos, integridad y lucha anticorrupción en las aulas. Considero que esta iniciativa es una oportunidad para empezar a generar cambios desde la escuela. La pérdida de valores solo se puede combatir con educación y esta debe ser integral.
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¿De qué manera los profesores podrían trabajar e implementar la enseñanza de valores en las escuelas?
A partir de esto, la educación pública y privada necesita de una transformación en la plana docente, es decir, ir más allá de ser solo instructores y difusores de conocimientos para promover el desarrollo, interiorización y, principalmente, la práctica de valores en los alumnos.
Por eso, es esencial crear formadores en educación en valores. Los maestros necesitan prepararse para atender el desarrollo moral de los estudiantes. La finalidad debe ser siempre formar personas libres, capaces de dirigir su propia vida con integridad y valores, especialmente, honestidad, justicia, solidaridad, tolerancia y respeto.
Más allá de la teoría, la mejor forma de enseñar los valores es con la práctica y esta debe partir de los educadores. Son ellos quienes también deben actuar con ética para inspirar a sus propios alumnos y sociedad. Su rol es elemental en estos momentos.
¿Qué debe hacer la sociedad para ayudar a consolidar estos valores?
La práctica de valores éticos y cívicos y la concepción de integridad se forman principalmente en el hogar. Por ello, las familias tienen un rol primario, luego sigue la escuela. Entonces, también es importante que todo empiece desde casa. Las “pequeñas” acciones suman.
En una persona íntegra, sus actos son coherentes con sus valores y eso se ve desde, aparentemente, “ pequeñas acciones” como: no mentir, no hacer trampa, no saltarse la fila, no cruzar cuando el semáforo está en rojo, devolver lo que se pide prestado, etc. Cuando alguien ha obrado de esta manera desde pequeño, es muy difícil que se corrompa.
Otro aspecto tiene que ver con la sobrevaloración que la sociedad confiere a la acumulación de bienes, el poder o alcanzar una alta posición en la sociedad o instituciones, animando a las personas a recurrir a “caminos cortos” reñidos con la ética.
Nada de ello garantiza el éxito, sino más bien es el estado de paz y tranquilidad emocional, lo que genera la felicidad, y hacia eso debemos apuntar.
¿Cómo generar la integridad en las instituciones públicas y privadas y la sociedad?
La integridad es la base de la cultura corporativa y actuar de esa forma otorga una gran ventaja competitiva. Eso genera confianza y la confianza es el fundamento de los negocios. Todo está concatenado.
Desde el Gobierno, se debe adoptar –sin dilación y haciendo una profunda revisión hacia adentro de sus propias instancias– una política de “cero corrupción” y, en esa línea, revisar la Política Nacional de Integridad y Lucha Anticorrupción, que necesita ajustes; y tratar de implementar las observaciones de los organismos internacionales.
Asimismo, fortalecer la Contraloría y otras instancias fiscalizadoras, para que cumplan su rol sin trabar e inmovilizar a los funcionarios públicos e instituciones.
Por otro lado, se necesita profesionalizar el servicio civil para que no haya funcionarios parientes o designados por los partidos políticos, como se ha visto en las últimas semanas, pues el ingreso a un cargo público tiene que ser en función de la meritocracia.
Debe contratarse personal ético, idóneo y adecuado para cada posición. Otra acción sería fortalecer la transparencia y acceso a la información pública y empoderar a la Comisión de Alto Nivel de Corrupción, de la cual forma parte la CCL.
Sin embargo, si de lucha anticorrupción hablamos, esta no es solo tarea del Gobierno, Fiscalía o Contraloría, sino de toda la sociedad, y todas las entidades y organizaciones debemos tomar un rol más activo, de vigilantes.
¿Qué propuestas existen desde la Comisión que preside para garantizar una educación íntegra?
Como Comisión de Integridad y Lucha contra la Corrupción de la CCL estamos terminando de elaborar un plan que incorpora acciones en el campo de educación en valores; modelos de cumplimiento, tanto para el sector privado como público; y adquisiciones del Estado.
Además, queremos trabajar con otras comisiones de la CCL e instituciones, así como con la academia. Es trascendental sumarnos hacia un cambio cultural que propicie que haya personas, empresas y un Estado íntegro y honesto.
Finalmente, pero es lo más importante, si no hay voluntad política del gobierno, no habrá avances. Si no se le da el respaldo y se empodera a las instituciones encargadas de promover la integridad y transparencia y prevenir los actos de corrupción, poco se podrá hacer.
En ese sentido, se debe insistir en que el Ejecutivo implemente las medidas y lleve adelante una campaña auténtica de lucha contra la corrupción. El sector privado está comprometido con esta tarea, nuestra Comisión y la CCL también. Caso contrario todo esfuerzo de poco servirá.