Hacia una nueva clasificación para las exportaciones
De nuestra cartera de productos exportados en el 2020, solo el 32% del valor exportado pertenece a productos con valor agregado. Este es un indicador del poco nivel de sofisticación que tiene nuestra industria.
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El Perú desde hace varias décadas clasifica sus exportaciones en dos grandes sectores: tradicionales y no tradicionales. Ello conforme al listado de productos establecido por el Gobierno militar de la década de los 70.
Con este habitual esquema se indica que las exportaciones tradicionales son aquellas en las que casi no existe valor agregado, que se trata de insumos primarios para ser incorporados en otros procesos productivos. Por otro lado, las exportaciones no tradicionales son aquellas que tienen valor agregado y que podrían ser consideradas productos intermedios o finales.
Sin embargo, los países vecinos como Chile clasifican sus productos en dos grandes grupos, exportaciones de cobre y exportaciones no cobre. Este último engloba al resto de productos exportados por Chile y dentro del cual recién se clasifican los macrosectores agropecuario, manufacturas, pesca y acuicultura, forestal, minerales y vinos.
En el caso de Colombia, la clasificación de los envíos se da en importantes grupos de acuerdo a los lineamientos de la Organización Mundial del Comercio (OMC) (agropecuarios; alimentos y bebidas; combustibles y productos de las industrias extractivas; manufacturas; y, otros sectores).
En tanto, Ecuador categoriza sus productos en dos sectores, petroleras y no petroleras, los cuales se descomponen en subsectores. En ese sentido, se propone realizar una nueva clasificación general de las exportaciones nacionales con base en el valor agregado y los procesos a los cuales son sometidas las mercancías, con el objetivo de facilitar el análisis estadístico del comercio exterior peruano, y así poder determinar en qué nivel están las industrias peruanas en cada sector económico.
Exportaciones tradicionales
Así, en el caso de las exportaciones del sector tradicional, podemos discriminar aquellas que no cuentan con valor agregado de aquellas que sí tienen este componente para su obtención.
Para ello, tomaremos como objeto de estudio las exportaciones peruanas tradicionales correspondientes al año 2019 y 2020 (Tabla N°1). En ese comparativo se observa que en el 2020 al menos un 19% de los envíos tradicionales tiene valor agregado que, llevado al monto de las exportaciones de ese sector, equivalen a US$ 5.180 millones.
Efectuando la misma operación en cuanto a las exportaciones no tradicionales, se ha identificado que en un grupo de ellas tiene poco o escaso valor agregado en su obtención (Tabla N°2). Así, observamos que en este grupo existen exportaciones sin valor agregado que equivalen a US$ 5.288 millones.
Teniendo en cuenta esta forma de clasificar las exportaciones, tenemos que, por lo menos, un 33% del total de las exportaciones totales peruanas del año 2019 correspondieron a exportaciones con valor agregado, mientras que en el 2020 descendieron a 32% (Tabla N°3).
Entre los productos que destacan sin valor agregado figuran los minerales, por un valor total de exportación de US$ 21.722 millones, seguido del gas natural licuado con un valor de exportación en el año 2020 del orden de los US$ 532 millones y el café con un valor de US$ 650 millones.
Figuran también en la lista productos como las uvas frescas (US$ 1.056 millones), paltas frescas (US$ 757 millones) y espárragos frescos (US$ 400), correspondiendo al resto de productos sin valor agregado un total de US$ 6.181 millones.
Por su parte, en el grupo de los productos con valor agregado del sector tradicional destacan, en primer lugar, los cátodos de cobre por US$ 1.790 millones, para cuya obtención se realizan los siguientes procesos: chancado, aglomeración, lixiviación, extracción por solvente y electrobtención; seguido de los combustibles, con un valor de US$ 526 millones y en cuya fabricación se desarrolla el proceso de destilación fraccionada, en la cual, por la participación de productos químicos y gracias a la elevación de la temperatura, se van obteniendo diferentes productos.
Luego, encontramos productos como la harina de pescado, con un valor de exportación de US$ 1.179 millones en el 2020 y para cuya obtención se realizan los siguientes procesos: cocción y prensado, para luego separar los sólidos de los líquidos.
Los sólidos son sometidos a un sistema de prensado, para someterlos a un proceso de secado y finalmente a la molienda para obtener la harina; mientras que los líquidos son luego nuevamente prensados y centrifugados para separar el agua del aceite, este último es neutralizado y desodorizado, para luego ser procesado y obtener así un aceite semirrefinado. En el 2020, el valor exportado de aceite ascendió a US$366 millones.
De nuestra cartera de productos exportados en el 2020, solo el 32% del valor exportado pertenece a productos con valor agregado, este es un indicador del poco nivel de sofisticación que tiene nuestra industria y el poco desarrollo e investigación que estas presentan.
Esta situación debe servir de incentivo para que el sector privado, de la mano del sector público, busquen la forma de mejorar los procesos productivos para, así, incrementar no solo el valor agregado de los productos sino también la calidad y la eficiencia en su producción.
Hay que tomar en cuenta que, para la economía de cualquier país, lo ideal es que existan cada vez más industrias avanzadas y desarrolladas capaces de transformar las materias primas para generar más valor agregado.
Si una nación solo se dedica a vender materias primas, generará un valor reducido o no creará valor en su industria, desaprovechando las oportunidades infinitas que ofrecen los diferentes mercados de hoy, lo que afectará gravemente su capacidad de mejorar la productividad del país.
Asimismo, es indispensable que el valor agregado que se da a los productos exportados vaya de la mano con la investigación e innovación, lo cual da una garantía confiable para competir y permite obtener una ventaja competitiva sobre los adversarios. Además, fomentar una mayor tecnificación en los productos producidos en el país, dará lugar a una mayor generación de mano de obra.
Por consiguiente, se espera que los sectores involucrados (privado y público) tomen una decisión firme en mejorar las políticas de comercio exterior, a fin de que asuman la importancia del concepto de crear valor, buscando a la vez una mayor competitividad y aumentar la productividad del sector industrial y manufacturero.