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Hace dos años y medio asumí la presidencia de la Cámara de Comercio de Lima. Fue un reto, un desafío, pero sobre todo un gran honor y compromiso con sus asociados y con nuestro país.
La Cámara de Comercio de Lima es una institución centenaria, cuya historia está ligada a la historia del Perú, por lo que es heredera de un valioso legado que debemos proteger, pero que a la vez nos impulsa a seguir trabajando para fortalecer su presencia, constante desarrollo y visión de futuro.
Han sido meses a lo largo de los cuales el Perú ha enfrentado situaciones delicadísimas como la crisis política, el descubrimiento de graves casos de corrupción y –por si fuera poco- la llegada de una pandemia mundial que sigue provocando un gran daño a la economía, pero, sobre todo, a la salud, la vida y el bienestar de nuestros compatriotas.
En ese escenario me tocó dirigir la CCL, y lo hice privilegiando siempre la defensa de la iniciativa de cientos de empresarios, emprendedores y profesionales que arriesgan todo –incluso su seguridad y tranquilidad personal y familiar- para generar empleo formal y brindar una mejor calidad de vida para millones de peruanos e incluso para quienes sin serlo, buscan en nuestra tierra una oportunidad.
No me cansaré jamás de repetir que es la inversión privada, grande, mediana o pequeña, la que dinamiza la economía, generando puestos de trabajo directos e indirectos y pagando impuestos a través de los cuales el Estado cuenta con los recursos que necesita para brindar servicios básicos como agua, salud, electricidad, infraestructura, seguridad, educación y acceso a la justicia.
Frente a los cuestionamientos y generalizaciones injustas de los que somos objeto los empresarios por parte de algunos grupos interesados, he levantado mi voz para demostrar que el sector empresarial peruano tiene un compromiso con el país y que sigue trabajando a pesar de las adversidades.
Hoy en día, la tramitología, la burocracia, el populismo, la inseguridad jurídica, la delincuencia y la corrupción ponen muchas veces en riesgo los esfuerzos que hacemos por hacer empresa, por apostar por el Perú. Pero no nos amedrentan, como no lo hicieron tampoco el terrorismo y la crisis económica que vivimos en la década de los años 80.
Por más que haya voces que descalifiquen el modelo económico o a la actividad empresarial privada, nadie puede negar que la gran mayoría de empresarios peruanos está comprometida con el Perú y que busca, desde sus propios espacios, erradicar la pobreza y el abandono que a tantos afecta.
La CCL personifica a estos empresarios y la defensa de ellos ha sido mi principal tarea en estos dos años y medio.
Fueron días, semanas y meses de arduo trabajo no solo para representarlos frente a un Estado muchas veces indolente e ineficiente, sino también para demostrar que la resiliencia, la perseverancia y la constancia son las principales características de los empresarios y trabajadores del Perú.
Estoy convencida que sobre estas bases reconstruiremos la senda del crecimiento económico que lleve a nuestro país a un mejor destino.
Ahora toca a Peter Anders asumir la presidencia de la CCL, un gran amigo y empresario al que respeto y aprecio. Le deseo lo mejor y tengo la plena confianza que lo hará muy bien.
Termino mi mandato con la sensación de que aún falta mucho por hacer, que quedaron temas pendientes. Me queda también la angustia de saber que aún vienen tiempos difíciles.
Sin embargo, me llevo en el corazón el orgullo y privilegio de haber estado acompañada de grupo de excelentes profesionales que entregan cada día su mejor esfuerzo para seguir escribiendo la historia de 132 años de la Cámara de Comercio de Lima, el gremio empresarial más representativo del país.
Sepan que valoro y agradezco a cada uno de ustedes y que estoy segura que después de la tormenta que hoy atravesamos, vendrá la calma y el sol nos alumbrará a todos. Siempre teniendo presente a nuestro recordado mentor Samuel Gleiser Katz.
Juntos somos un gran equipo y siempre juntos superaremos cualquier adversidad.
Nunca lo olviden.