Peter Anders: Voto de confianza

El Consejo de Ministros que encabeza el señor Guido Bellido, recibió finalmente el voto de confianza por parte del Congreso de la República, luego de exponer la política general del gobierno que planea poner en práctica el presidente Pedro Castillo.

 

Se trata de una propuesta con muchas promesas que, siendo realistas, serán muy difíciles de cumplir en un país como el nuestro, en donde la crisis económica originada por la pandemia de la COVID-19 todavía persiste y amenaza con seguir golpeándonos.

 

Por si fuera poco, vivimos desde hace por lo menos cinco años un clima de inestabilidad política, incertidumbre, conflictividad y desconfianza, al que se suma una creciente inseguridad ciudadana, debido a una cada vez más violenta ola de delincuencia de todo calibre.

 

No hubo en la presentación de Bellido nada que permita abrigar la esperanza de que todo esto cambiará, pues no se presentaron políticas concretas para mejorar los servicios de salud, reactivar la economía, generar empleo formal y estable, impedir la quiebra de más empresas, reducir la pobreza o enfrentar a las bandas de delincuentes.

 

En suma, careció de medidas específicas para reavivar a un país que no termina de recuperarse luego de la manera, por decir lo menos errada, que en todo sentido se enfrentó a la llegada de la pandemia al Perú, comenzando por un absurdo y completo confinamiento que generó la paralización de actividades y dejó sin empleo y sustento a millones de peruanos.

 

Solo en junio pasado se estima que casi un millón de peruanos (a los que se suman los inmigrantes) se encontraban buscando empleo. A ello se agrega que muy pronto nuestro país registrará la terrible cifra de 200.000 personas fallecidas por COVID-19.

 

Frente a este panorama, lo menos que se esperaba eran acciones de ejecución inmediata, con indicadores, plazos y metas contables y tangibles. Pero nada de ello hubo en la presentación del gabinete ministerial.

 

¿No era posible trazar una estrategia para reencauzar nuestra economía hacia el rumbo de crecimiento a partir de la promoción de la inversión privada, de la ejecución de proyectos de inversión pública que representen mejoras en la competitividad de la producción nacional? ¿No era el momento de proponer medidas para generar trabajo formal, más allá de un millón de empleos temporales?

 

¿No era acaso el momento para saber de qué manera se impedirá que una tercera o cuarta ola de la COVID-19 siga cobrando tantas vidas? ¿O de qué manera se impedirá que haya quienes se aprovechen de la desgracia ajena para enriquecerse y para contribuir, desde el gobierno, con las denuncias e investigaciones a quienes desde los más altos cargos se coludieron para hacerlo?

 

¿No era la ocasión para decirle al país si será posible en el corto plazo que los niños y jóvenes puedan retornar a sus clases presenciales; si existe un plan para vacunarlos a ellos y sus maestros; si se mejorará la educación a distancia a través de la accesibilidad a internet; si se hará algo para que el Estado no siga entregando a los alumnos equipos defectuosos?

 

¿Alguien escuchó algo sobre la manera en que se potenciará a nuestra Policía Nacional y a nuestras Fuerzas Armadas para el combate a la criminalidad?

 

Tampoco hubo ni una línea respecto a la inversión privada, pero sí al retorno a un Estado empresarial, precisamente en entidades como Agrobanco, cuyo pasado y presente bastaría para conocer las consecuencias negativas que ello tiene.

 

Un dicho popular dice que de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno. Es allí donde podemos terminar si, antes de regalar y dilapidar los escasos recursos del Estado, no se hace algo para enrumbar nuestra economía hacia un crecimiento de por lo menos 7%, con lo cual se podría brindar servicios básicos de calidad a los peruanos.

 

Sin embargo, pese a todos estos vacíos y omisiones, el principal escollo político que tenía el Poder Ejecutivo, que era recibir el voto de confianza del Parlamento, ha sido superado. Puede decirse que –de aquí en adelante– tiene el camino expedito para hacer para lo que ha sido elegido: gobernar.

 

Pero haber superado el trámite parlamentario no significa que se le haya entregado carta blanca al gobierno para hacer lo que quiera, y menos para amenazar a los congresistas que en el ejercicio constitucional del derecho de fiscalizar que los ampara, puedan interpelar y eventualmente censurar a uno o más ministros cuestionados.

 

El Perú no está para más enfrentamientos, para la agudización de contradicciones y para generar más divisiones que solo benefician a quienes nada bueno pretenden.

 

Respetuosamente, presidente Pedro Castillo; presidente del Consejo de Ministros, Guido Bellido: ya es hora de comenzar a gobernar, de reevaluar a sus colaboradores, de alejar a quienes pretenden manipularlos. Pero, además, es hora de ejercer los tan altos cargos que se les ha confiado, con transparencia, liderazgo e ideas claras. Solo así merecerán el voto de confianza de todo el país.