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Perú debe apostar por inversión privada para reactivar la economía

Siguiendo la definición técnica del Fondo Monetario Internacional (FMI), que detalla que la recesión implica dos trimestres consecutivos de caída del PBI real, y tomando datos trimestrales desde 1980 al primer trimestre de 2020, estaríamos a puertas de registrar nuestro noveno periodo de recesión económica. La contracción más severa y extensa de la economía peruana fue entre el primer trimestre de 1988 y el tercer trimestre de 1989, crisis que duró siete trimestres.

 

En el primer trimestre de 2020, el PBI cayó en 3,4% y, según el Banco Central de Reserva (BCR), la caída proyectada para el segundo trimestre sería de 31,9%, lo que acentuaría la recesión de la economía peruana. El nivel de bienestar medido por el PBI per cápita también es un indicador del impacto de los ciclos contractivos de la economía. Los datos disponibles desde 1920 muestran dos episodios de profunda caída del nivel de bienestar en el Perú, entre 1930-1932 cuando el producto per cápita cayó en 21,3% a raíz de la Gran Depresión de los EE.UU.; y entre 1988-1990, cuando la caída llego a 29,2% producto de la hiperinflación.

 

La “Gran Depresión” en los Estados Unidos

 

Siempre se toma como referencia de una profunda crisis a la Gran Depresión de los Estados Unidos, que empezó en 1929 y que se extendió hasta finales de los años treinta. En 1932, año de mayor severidad de la crisis, el PBI per cápita peruano se contrajo en 13,8%. Asimismo, el consumo y la inversión privada cayeron en alrededor de 20% y 72%. En aquella oportunidad, el PBI demoró alrededor de 10 años en recuperar su nivel previo a la crisis.

 

La crisis actual, originada por la COVID-19, tiene rasgos similares a la Gran Depresión, en el sentido que se observa una caída simultánea de la oferta, o sea la producción de las empresas, de la demanda interna (consumo e inversión) y de la demanda externa (exportaciones).

 

La diferencia crucial entre la crisis de 1929 y la vigente es que esta última no viene afectando al sistema financiero como sí ocurrió en la Gran Depresión, la cual inició en este sector y desde allí, se transmitió al sector real y luego al comercio exterior impactando a todo el mundo.

 

La severidad de dicha crisis hizo necesario, en 1933, la implementación de un programa de estímulo fiscal y de una mayor intervención del estado los en EE.UU., llamado el New Deal, donde se aplicaron medidas de auxilio bancario, fuertes inversiones en construcción de represas, proyectos hidroeléctricos, programas de empleo y reformas en el sistema bancario y de valores. A pesar de esas medidas expansivas, EE.UU. tardó más de 10 años en recuperar la caída del PBI per cápita de 30,8%, ocurrida entre 1930 y 1933.

 

New Deal en el siglo XXI

 

¿Qué están haciendo los países para paliar los efectos de la crisis y recuperar su economía? Bajo el lema “Reconstruir mejor, reconstruir más verde, reconstruir más”, el Reino Unido prepara un paquete económico por más de US$ 6.000 millones destinados a la construcción de viviendas, mejora de escuelas y hospitales. Será ejecutado a partir de septiembre.

 

A su vez, en junio, Alemania acordó dejar de lado la prudencia fiscal que ha caracterizado a su economía para lanzar un plan de reactivación de la economía pospandemia por US$ 145.000 millones (4% del PBI), que incluye medidas tributarias para impulsar el consumo privado como la reducción del IVA del 19% al 16%, transferencias a familias, reducción de tarifas de electricidad, inyección de liquidez de US$ 25.000 millones para las pymes e inversión en innovación por US$ 55.000 millones.

 

En tanto, los EE.UU., con un plan de un billón de dólares, destinará recursos para la inversión en infraestructura moderna y así reactivar la economía.

 

En el caso de la economía peruana, el Gobierno anunció el programa Arranca Perú, que incluye proyectos de inversión pública por S/ 6.400 millones y que generaría un millón de empleos.

 

 

Apostar por la inversión privada

 

Una forma de acelerar la recuperación económica es revertiendo la caída en la demanda interna privada, la inversión y el consumo privado, así como en sus expectativas. Al respecto, la reciente Encuesta de Expectativas Empresariales, realizada por el BCR, ubica a esta en los niveles más bajos desde que son recogidas (2002).

 

La inversión privada y su efecto, tanto en el gasto agregado como en el producto potencial, juega un rol decisivo en la recuperación económica. En su estudio Cartera de Proyectos de Inversión 2020-2025, el IEDEP identifica 542 proyectos que en conjunto significan una inversión pendiente de US$ 131.152 millones, monto que hasta en un 75% sería financiado por el sector privado y en la que se centrará el siguiente análisis.

 

Proyectos en cartera

 

El sector minero comprende 63 proyectos que ascienden a US$ 55.051 millones, cuyo 81% corresponden a proyectos de explotación y, dentro de estos, el 53% son cupríferos. Asimismo, para el 2020 se tenía previsto el inicio de construcción de seis proyectos –con EIA aprobado–, cuya inversión conjunta asciende a US$ 3.959 millones.

 

En el sector hidrocarburos, se identificaron 33 proyectos valorizados en US$ 19.626 millones, siendo 31 de ellos de explotación. Ante este sustancial monto, es positivo que en junio se haya aprobado la modificación de los contratos de licencia de los lotes XIII y 31-C. No obstante, preocupa que desde el Congreso se haya promovido un dictamen para volver intangibles todas las reservas ocupadas por los pueblos indígenas en aislamiento voluntario poniendo en riesgo la operación de hasta cinco lotes.

 

 

El sector transporte incluye 211 proyectos por US$ 32.116 millones, de los cuales 30 están concesionados con inversión pendiente de US$ 7.998 millones y 5 por concesionar por ProInversión estimados en US$ 3.831 millones. En ambos casos, un elemento clave para estos futuros desembolsos será generar confianza preservando la estabilidad jurídica que está siendo afectada desde el Legislativo con la suspensión del cobro de peajes mientras dure el estado de emergencia.

 

El sector electricidad dispone de 51 proyectos por US$ 9.521 millones, clasificados en 33 centrales hidroeléctricas, 10 líneas de transmisión, 5 proyectos de energía limpia y 3 subestaciones y afines. En este sector se han identificado 23 proyectos, de los cuales en la mayoría de casos la puesta en operación comercial ya caducó por motivos de fuerza mayor, lo que significa una inversión paralizada de US$ 1.571 millones que también será valioso reanimar.

 

En otros sectores, se encuentran 184 proyectos que hacen US$ 14.838 millones, estructurados en 52 de agua y saneamiento, 29 de irrigación, 57 de salud, 3 de industria, 18 de TIC, 4 de retail, 3 de inmobiliario, 13 de educación y 5 de hoteles. La apuesta más importante en este rubro es por los proyectos de Saneamiento –que después de Transporte– registra la mayor brecha de infraestructura en el corto y largo plazo, tal es así que se tiene prevista la adjudicación por parte de ProInversión de 10 obras por US$ 1.294 millones. No obstante, en el primer trimestre del año se anunció que 15 proyectos en TIC, retail, inmobiliario y hoteles por US$ 1.885 millones podrían verse en riesgo ante la actual coyuntura económica.