José Ugaz: A vacunarse
Ahora que es evidente que vivimos la segunda ola del coronavirus ante las escenas de dolor, desesperación y muerte frente al colapso de los sistemas sanitario y económico, es oportuno reflexionar sobre la naturaleza de este virus –del que aún sabemos poco– y su semejanza con otro grave mal que nos aqueja: la corrupción.
1. La corrupción, como la COVID-19, mata, enferma, impide la educación adecuada de centenares de miles de niños, adolescentes y jóvenes, profundiza la extrema pobreza e incrementa la inequidad, dejando a millones sin empleo y condenándolos al hambre.
Según un estudio de la Contraloría, la pérdida por corrupción en el 2019 ascendió a S/ 23.297 millones, monto que equivale al 3% del PBI. Con esos recursos se hubiera podido aliviar el 88% de la brecha de infraestructura en salud, construyendo 230 centros de salud y 116 hospitales de segundo y tercer nivel.
En educación, con el 24,5% de lo robado en el 2019, se podría cubrir el 100% de la brecha de infraestructura de largo plazo (S/ 5.917 millones), escolarizando a 90.456 alumnos de inicial o 79.021 de secundaria.
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En los primeros meses de la pandemia, unos tres millones de peruanos han vuelto a la pobreza gracias a la precariedad de nuestra economía y a la falta de oportunidades de empleo formal y estable, problemas en parte fomentados por la gran corrupción que corroe nuestro camino al desarrollo.
2. La corrupción, como el virus, si bien no discrimina entre sus víctimas (ni edad, ni género, ni clase social), siempre termina golpeando con gran intensidad a los más vulnerables.
3. La corrupción, como el coronavirus, muta constantemente haciendo más perniciosos sus efectos y más difícil su control.
4. La corrupción al igual que la COVID-19, no tiene cura, es muy difícil de prevenir, y solo se puede controlar encontrando la vacuna. Hoy, que nos aqueja la angustia de no contar con las vacunas a tiempo, y que surgen dudas sobre su efectividad ante las nuevas mutaciones, somos conscientes de la importancia de contar con el antídoto necesario para poder frenar un mal devastador por el grave daño social e inestabilidad que acarrea.
A diferencia del virus, para vacunarnos contra la corrupción no necesitamos pagar fortunas a ciertos laboratorios, ni competir con otros países, ni esperar que se descubran nuevas fórmulas.
El mejor anticuerpo se desarrolla con la mezcla de un conjunto de medidas como la transparencia, el acceso a la información, un sistema de compras e inversión pública adecuado, claridad en el financiamiento de la política, la creación de conciencia ciudadana, formación de una cultura de integridad que involucre a todos los sectores sociales, la sanción legal y social oportuna y severa, entre otras que ya se conocen y que solo requieren de voluntad política para ser implementadas.
En vísperas de una elección, una vacuna decisiva para curarnos en salud es estar bien informados y no votar por aquellos que nos mienten, que tienen prontuario, que buscan su beneficio personal valiéndose del populismo y la demagogia, y que no tienen interés en el bien común para todos los peruanos.