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Hugo Palma: Nueva política, nuevos políticos y visión a mediano plazo

La tarea de la Cámara de Comercio de Lima (CCL) con presencia nacional, importa a millones de empresas y trabajadores formales e informales. Saludo su centenario empeño en la defensa y promoción del comercio, la industria y los servicios. Su responsabilidad es muy grande.

 

Visión a mediano plazo

Es difícil hacer predicciones, especialmente sobre el futuro. En circunstancias críticas, crece el ansia de conocer lo que vendrá. Recurrimos a oráculos y sabios y hoy a la estadística, las tendencias y la construcción de escenarios, apoyados en tecnologías de información y comunicación. Dividimos el fututo en plazos: corto, mediano y largo; y suponemos que lo más cercano sería más previsible. Es lógico, pero hoy los estudiosos nos dicen que el pasado sigue aquí y el futuro ya ingresó a nuestra cotidianidad. Son tiempos interesantes, como reza la vieja maldición china.

 

El mediano plazo se estima entre 18 meses y 5 años. Mirando apenas 30 meses atrás, no teníamos idea de que sufriríamos una feroz pandemia, el año pasado elegiríamos estas autoridades y hace apenas semanas Rusia invadiría Ucrania. Las calamidades se acumulan y la peste, el hambre, la guerra y la muerte, los jinetes del apocalipsis, parecen acercarse. Einstein dijo que no sabía cómo sería una tercera guerra mundial, pero que la cuarta se luchará con palos y piedras. Y esto coincide con increíbles avances que parecen magia, en nanotecnología, robótica, biotecnología, ingeniería genética y demás ciencias, técnicas y artes. Podrían llevar a nuestra especie a un estadio superior, pero dependerá de humanos que nos decimos “racionales”, pero nos cuesta ser “razonables”.

 

¿Y nosotros? El Perú pareciera seguir en su galaxia y los peruanos mirándonos el ombligo. Cuando el país está más globalizado que nunca, con 10% de nuestra comunidad nacional viviendo en todas partes, comercio expandido al mundo e innumerables profesionales estudiosos, científicos y empresarios con estándares globales, además de nuestras riquezas y potenciales; nos sentimos atrapados en un parroquialismo miope, sufriendo sin entender y casi paralizados para actuar.

 

Vivimos tiempos de disrupción generalizada. La única certeza es que todo cambia, seguirá cambiando y a velocidad que sobrepasa el entendimiento. Los Estados poco hacen en los temas mundiales: cambio climático, migraciones incontroladas, delincuencia transnacional, terrorismo, conflictos, más pandemias, mayor violencia interna, convulsiones sociales, y nuevos actores con gigantesco poder. ¿Qué pasaría si Elon Musk compra Twitter?

 

¿Pero aquí, quién se ocupa realmente de las tendencias y tormentas que sacuden al mundo? ¿Qué nos traerá el mediano plazo? No tenemos idea, porque carentes de autoridades, visión, instituciones, políticas y nuestra ciudadanía agobiada, desmotivada y desorganizada, las mega tendencias negativas nos afectarán más y las positivas nos beneficiarán menos. No hay otra; serán tiempos duros.

 

Nuevas políticas

Son indispensables, pero lo esencial es su calidad. Las buenas van desapareciendo como el salame y la democracia, en pequeñas rajas. Y las malas proliferan. Hace dos siglos asumimos responsabilidad por nuestro futuro. ¿Lo hemos hecho cabalmente? ¿No son las clases dotadas de poder político, económico y del privilegio de la educación de quienes, como en la parábola de los talentos, se espera más de quien recibió más? Cada uno tendrá su respuesta; mientras seguimos dudando si somos un país adolescente o decadente; si podemos soñar o solo añorar.

 

Pero no ignoremos que los grandes males exigen grandes remedios. Einstein definió la estupidez como hacer las mismas cosas y esperar resultados diferentes. No es solo cambiar este gobierno. Todos tendremos que cambiar para lograr políticas que procuren el bien común; no solo de algunos. Y no puede haberlas, si por tanto tiempo las hemos dejado en manos de “la clase política”.

 

Quisimos creer que economía y política podían ir “por cuerdas separadas”. Optamos o por acomodarnos, de modo opaco y hasta ilegal con el poder; o por “no meternos en política” porque es sucia. El resultado está ahí. Acomodarse, desprestigió a políticos y a empresarios por cercanías indebidas y actuaciones delictivas. Y “no meternos”, nos deja apenas afirmando que no hicimos nada malo; pero tampoco nos opusimos. Personas, empresas, instituciones, actividades y servicios estamos en la política, porque fuera de ella no hay nada. Si no lo aceptamos, solo queda comprar pasaje de ida.

 

Si no queremos eso, tenemos que participar. No necesariamente en política partidaria y menos en la que hay. Pero si no alzamos la voz no se oirá; y ya no es demasiado pronto para que el sector empresarial lo haga con energía y persuasión. No esperemos nada de estos Ejecutivo y Congreso donde no hay otorongos sino cangrejos, compitiendo ferozmente por el rechazo y desprecio popular.

 

Las buenas políticas, obvio, mejoran las cosas pero requieren tiempo, consistencia, aceptación y apoyo. No son “rocket science” pero exigen una narrativa, antes llamada discurso político, que las explique de manera que las grandes mayorías puedan entenderlas. De ahí el empeño de politicastros en mantener la ignorancia, para facilitarles la manipulación de la pobreza y provecho de impresores de diplomas.

 

Esa narrativa requiere visiones antitéticas del “yo les voy a dar” que prometen quienes quieren cosechar sin sembrar. Hay valiosas experiencias que podrían activarse como pilotos escalables para beneficio de muchos. Requiere participación, organización, innovación, decisión y la mejor comunicación que se pueda encontrar. Insisto, comunicación. El sector empresarial puede hacer mucho más de lo que cree.

 

Nuevos políticos

Son indispensables, pero no sabemos quiénes serían ni donde están. ¿Y qué hacer cuando en tres meses escogeremos entre 11.540 “agrupaciones” y los mismos partidos? ¿Es cuantificable el número de denunciados, investigados, procesados, sentenciados y excarcelados que las componen?

 

La atmosfera tóxica ya está ahí demasiados años y con las mismas caras. Despejarla tomará tiempo y decisiones duras. El primer paso, es que la Sra. Fujimori, no su partido, se retire de la política. No hablo como policía, fiscal ni juez. Digamos que tiene mala suerte. Pierde tres veces la Presidencia por unos votos; y como dueña del Congreso en vez de alfombrar sus pasos a Palacio, destruyó al gobierno trayéndonos a esta situación.

 

También debieran irse muchos otros. Pero no lo harán si no se ven forzados por la fiscalización de sus actividades. Ninguno debe esperar que el sector empresarial le dé ni la hora y ya tienen sus “fuentes de ingreso”. Es imperativo desterrar el “no te metas en política”, pues la cloaca predominante se meterá con los mejores que ellos. Hay que buscarlos, motivarlos y apoyarlos, porque el país los necesita y el servicio público con ética es una honra personal.

 

Este sector tiene, más que nunca, una obligación particular de defender la democracia y el Estado de Derecho. Sin estos, estará en riesgo aun mayor que hoy, que no es pequeño. Pero no se hará con arreglos oscuros, clubes, cocteles y menos maletines.

 

La renovación de políticas y actores exige “pensar fuera de la caja”; pero cuesta aceptar lo que “nunca se ha hecho”. Esta Cámara debe recurrir a la innovación para influir positivamente en la política, aliándose en lo necesario con otras entidades.

 

Imaginemos algunas posibilidades, cuya puesta en marcha no empobrecerá a nadie.

  • Apoyar las pocas instituciones defensoras de la democracia, en función de sus propósitos, actividades y resultados;
  • Procurar modos de apoyar a SERVIR, la Contraloría y en lo posible la Fiscalía. Aquí se sabe que defender no es encubrir. Dejen eso para gremios que dan vergüenza;
  • Promover la liquidación del perverso slogan “roba pero hace obra”, con campañas nacionales demostrativas de que hasta los más pobres pagan impuestos y que la corrupción les roba a ellos, no al Estado, gobierno regional o municipalidad;
  • Campaña de colocación de banners en locales comerciales con el lema “La corrupción es el delito que más te roba”;
  • Mayor exposición en medios y redes de los problemas que agobian a medianos, pequeños y microempresarios y su doloroso impacto en menor empleo y mayor pobreza;
  • Acceso a espacios radiales regionales y locales con información sobre sus temas y problemas cercanos, incluyendo las sumas que reciben sus autoridades por transferencias, regalías y canon; y en qué las emplean.
  • Examinar el establecimiento de un centro o instituto de formación en gobernabilidad democrática, con rigurosas pruebas psicológicas y de ética de los interesados;
  • Como perjudicados directos de bloqueos de carreteras y la total inacción del Estado, organizar con sectores y personas afectadas, una asociación nacional de víctimas de violencia colectiva. Su dimensión le permitiría asumir enérgicamente la defensa legal y legítima que es imposible para individuos dispersos o empresas aisladas.
  • Realización de encuentros de jóvenes empresarios de todo el país, para que presenten sus visiones y propuestas para la actuación del sector en el saneamiento de la política.

 

Naturalmente, se puede pensar que todo eso es ilusorio; que las cosas no son así o lo que se quiera. Seguramente hay mejores propuestas y más “realistas”. Me encantaría, pero quisiera verlas avanzando. Por ahora, se ve poco o casi nada.

 

Al final, hoy está claro que el rol empresarial se ha ampliado. Por su solo peso, actitud y disposición, el sector puede hacer mucho para cambiar políticas y políticos. Impulsando cosas importantes ganará relevancia, consideración pública e influencia. Y reconociendo que si le va mejor al país y al pueblo, mejor les irá a las empresas. Eso se llama “Enlightened self-interest” y es lo que hacen las personas y entidades guiadas por visiones legítimas y loables. Estoy seguro de que sí pueden.